Una novela de amor
Ella llegó a la fiesta con miedo, pero también con esperanza. Estuvo 14 años casada con un joven al que creía honrado y sincero, pese a que la familia de ella ponía reparos por su origen étnico. Pero eso a ella no le importó y los primeros años fueron ilusión. Pero el hombre fue cambiando (o develando su verdadero rostro) hasta volverse enfermizamente celoso, autoritario y dilapidador de los recursos de casa. Se decía que hacía fraude. Se volvió un ogro.
En la fiesta, ella se encontró con un antiguo amor que volvía a su vida: un hombre correcto y educado, pero, por lo mismo aburrido. Curiosamente, al final, se sintió atraída por un joven millonario, con una gorra, que bailaba bien y gritaba hasta quedar ronco. Con una carta, conquistó su corazón. Decía que no buscaba boda, sólo expulsar al ogro.
Y el ogro se fue de casa gritando que lo habían golpeado, aunque nadie en la fiesta hubiera visto ello. Eso sí, el joven de la gorra cambió de discurso y ahora sí quería casarse.
La familia de la mujer le dijo que, si no quería que el ogro volviese a dominar su vida, tenía que decidirse por el viejo educado pero aburrido o por el joven de la gorra.
La madre le encaró que no hubiera madurado en estos 14 años, que actuaba como una quinceañera dejándose impresionar sólo porque el joven que baila bien, tiene auto o lleva una Biblia consigo. “Eso no mantiene a una esposa, le dijo. Cuidado que sólo sea un oportunista que busque aprovecharse de ti”, agregó. La tía, en tanto, le reclamó que con nada se conformaba, el ogro, el viejo formal y educado y ahora el joven…
¿Y a todo eso, qué dice el viejo formal y educado? Todos en la fiesta voltearon la cara para mirarlo… Y allí termina el primer capítulo de esta novelita.
¿Con quién se quedará finalmente la joven indecisa? ¿Con el viejo formal y educado o con el jovencito que baila bonito, pero cuyas intenciones están en duda? ¿Volverá el viejo ogro a reclamar la casa? No deje de ver el siguiente capítulo de su telenovela… “Quinceañera”.
El autor es periodista de Los Tiempos
Columnas de LUIS FERNANDO AVENDAÑO