Un vacío en el escenario político nacional
Poco a poco, con el transcurso de las semanas, se va despejando la euforia y la sensación de triunfo que se apoderó de las diferentes corrientes opositoras tras el desenlace de las movilizaciones iniciadas el pasado 21 de octubre. Y a medida que eso ocurre, se vislumbra como su principal desafío la construcción de un proyecto político capaz de ofrecer a nuestro país un camino hacia el futuro.
Sin embargo, y a pesar de lo urgente que es esa necesidad, todo indica que ninguna de las corrientes que aspiran a ocupar el lugar dejado por el MAS está a la altura de las circunstancias. Lejos de ello, todas salieron debilitadas de las recientes batallas.
El caso más dramático es el de Comunidad Ciudadana. Se diría que con la renuncia y fuga de Evo Morales quedó sin su único factor aglutinador. Carlos Mesa, a pesar de su holgado segundo lugar, no logró consolidarse como líder orientador de la oposición. Sin que juegue a su favor la consigna del “voto útil”, esa agrupación parece haber quedado sin razón de existir y sin una nueva causa que ocupe el lugar del “antimasismo” como punto de referencia para sus mensajes y sus próximos pasos.
Aún peor es el estado de agotamiento en que el Movimiento Demócrata Social (MDS) salió de la contienda electoral. Y no sólo porque cometió el error, entre muchos otros, de dejar en el camino su propia identidad para diluirse tras “Bolivia dijo No”, ni por lo exigua que fue la votación que obtuvo, sino, y sobre todo, porque no logró consolidarse como una organización política con propuesta y liderazgos propios. Es tal su debilidad, que no encuentra mejor base de sustentación que la figura de la presidenta Jeanine Áñez. Sin ella como candidata, el futuro de MDS queda como una incógnita abierta.
No es mejor la perspectiva que se abre alrededor de los dos liderazgos cívicos. Luis Fernando Camacho y Marco Pumari, a pesar del protagonismo que alcanzaron durante los momentos culminantes de las movilizaciones ciudadanas, están lejos de proyectar su liderazgo hacia un proyecto político capaz de llenar el vacío que dejan los demás.
Paradójicamente, como contraste ante tan pobre panorama, el Movimiento al Socialismo, a pesar de lo contundente que fue su reciente derrota, se mantiene como la única organización política digna de tal rótulo. Conserva su presencia nacional, su estructura orgánica está casi intacta, mantiene vigorosa su propuesta política y cuenta con una sólida red de liderazgos. Está pues, a pesar de todo, en mejores condiciones que sus rivales para afrontar las batallas que se avecinan.
En tales circunstancias, no es fácil ver con optimismo el futuro próximo.