Navidad sin crímenes
No estoy hablando de asesinatos, feminicidios, abusos o vejámenes que podrían suceder en esta temporada. Hablo de crímenes ecológicos cometidos en nombre de la tradición o por la falta de conocimiento.
Uno de ellos es el uso de musgo en los pesebres. En primer lugar no hubo, históricamente hablando, musgo en el de Belén, a lo sumo hubo paja y cereales para los animales. En segundo lugar, el uso indiscriminado de musgo y barba de árboles atenta contra el medio ambiente.
Los musgos son esenciales para los bosques, ya que regulan la cantidad de agua que se distribuye por el suelo. Mientras más se retiren, más seca quedará la tierra. Y no pueden ser sembrados nuevamente. Una vez retirados, mueren. Además mueren lenta y dolorosamente por sequía, cumpliendo un triste papel decorativo. Al final terminan en la basura.
Y como sugiere la narradora visual Ana Gonzales, use su inventiva para decorar. “La imaginación, creatividad e ingenio son los límites: aserrín de color, piedritas pintadas, telas, papeles y juguetes queridos pero olvidados. También podemos germinar semillas de maíz, trigo, frijoles y otras en latas de sardinas y conservas dos semanas antes de Nochebuena”.
Luego están las masco-regalo: gatitos, loritos y perritos, que luego son olvidados o, peor aún, maltratados. Resulta que el 24 eran bonitos. Luego crecieron mucho, o ya nadie quiere cuidarlos, o ensucian tanto que, curiosamente, se “escapan” (viejo eufemismo para evitar decir que se le abrió la puerta para que huya del martirio doméstico).
Los animalitos tienen sentimientos. Viven muchos años y el formar parte de la familia implica alimentarlos, bañarlos, jugar con ellos respetando su naturaleza, y sacarlos a pasear, entre otras tareas. Por ello, comprarlos para regalarlos es un crimen; si tanto desea regalar un animalito a su niño consentido, regálele un peluche. Súmese a la campaña #nosoyunjuguete y evite atentar contra la vida de animales indefensos.
Tampoco decore su casa y árbol como si el elfo navideño hubiera vomitado un sinfín de foquitos. Use luces LED para reducir el consumo eléctrico hasta en un 70%. Compre un árbol de plástico pensando en que le durará 20 años. Esa es la cantidad de tiempo necesario para reducir su huella de carbono en el planeta.
Que su cena sea verde. Consuma vegetales de huertos orgánicos o de pequeños productores. Regale chocolates de producción nacional y también piense en regalar árboles a la ciudad. Plántelos y cuídelos. El siguiente año podrá ver el fruto de sus esfuerzos. Haga de esta Navidad una celebración en pro de la ecología.
La autora es magíster en comunicación social y periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER