Tratando de empezar de nuevo
Comienza el año y comienza una nueva década. La Bolivia de hoy era inimaginable hace un par de meses, principalmente porque la partida política se jugaba con los dados cargados. Descargar esos dados sin cargar otros es posiblemente el mayor desafío para volver a la democracia plena, la cual fue interrumpida, no como lo proclama la izquierda internacional, el día que Evo renunció sino el día que se empezó a usar ardides para no respetar la Constitución.
En estos días se ha planteado que el MAS no debería tener derecho a participar de las próximas elecciones, eso parece lo lógico considerando el enorme e increíble fraude que se mandaron, de hecho, no punir esa acción podría ser interpretado por algunos como una falta de convicción en el hecho mismo. Por el otro lado, la sensatez manda no dejar en el limbo a una importante cantidad de electores que con o sin razones verdaderas, se sienten identificados con el llamado proceso de cambio.
Creo que es importante no considerar el porcentaje de votos que logró el MAS como una medida de ese apoyo o esa identificación, y no necesariamente por el fraude, sino porque buena parte de esa identificación se debía a la inmisericorde propaganda, que con bienes del Estado fue hecha en todos los sectores de la vida pública del país. Ese precisamente ha sido uno de los dados cargados a los que me refiero en el primer párrafo de esta columna.
Existe, además, un problema mayor, y se trata de esa perversa construcción armada por el MAS de mezclar al líder, con la identificación étnica. El MAS es un partido político manejado por una cúpula y con sólidos lazos con las organizaciones sociales, pero no es el partido “indígena”. Dicho de otra manera, rechazar al MAS por su deshonesto actual político no es rechazar a lo o a los indígenas, y es ahí donde se debe trabajar con extremo cuidado.
Creo que el MAS solo podría participar de las siguientes elecciones en forma legítima, si es que su actual dirigencia reconoce que hubo un fraude grosero, reconoce que Evo jamás debió rererepostularse, incumpliendo la Constitución, y si hace una purga dentro del partido, para alejar a quienes promovieron estas violaciones y delitos estando en el poder. Mientras eso no suceda, no estamos cortando el mal desde el lado sano.
La pregunta es si el MAS puede sobrevivir sin esa cúpula que armó todo eso, y sin Evo, que es posible que inclusive pueda salvarse como figura histórica, pero que simplemente no puede tener una participación real en la política del país. Ni como candidato, ni como jefe de campaña, ni como jefe del partido, ni como el “primer cocalero del país”.
En medio de este embrollo causado por la angurria de un pequeño grupo de personas, ha surgido en el MAS una persona que llama la atención por su enorme sensatez, que ha estado a la altura de las circunstancias, que ha ayudado valientemente en la pacificación del país, y puesto en su sitio a la cúpula corrupta, sin embargo es difícil imaginar un futuro inmediato que no implique una ruptura con esa cúpula, o un compromiso deshonesto con los perpetradores del fraude. ¿Podrá Evo Copa convertirse en una actora fundamental en el rediseño del MAS?
Para llegar al fondo del asunto vale preguntarse si podrá el MAS dejar de ser lo que ha sido estos 14 años para poder sobrevivir. ¿Podrá dejar de tener una visión maniquea de la historia y de la política? ¿Podrá respetar de verdad la idea de que la alternancia es parte fundamental de un sistema democrático? ¿Podrá entender que ni el órgano electoral, ni la justicia, ni la defensoría del pueblo pueden ser cooptados por el partido de gobierno? ¿Podrá entender que la ley es para todos, y que todos son iguales ante la ley, en detalles pequeños o grandes? En estas semanas, ha habido buenas señales en la Cámara de Senadores, pero uno puede seguir escaldado, es difícil confiar en quienes han optado por el engaño y la chicana.
El autor es operador de turismo
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ