Álvaro García Linera, mercader de humo y racismo
Se jacta de haber leído 25.000 libros, hoy el número ya no interesa, lo que cuentan son los cálculos matemáticos burlescos que realizaba y las incoherencias que esputaba, apoyado en sus destrezas de matemático fracasado.
Se creía un erudito, un omnipotente; un dios de la sabiduría. Se jactaba de tener una mente brillante adornada con 70.000 millones de neuronas. Se apoyaba en ese número de neuronas para retar a los de la oposición, y se ufanaba de que la derecha le tenía miedo por eso; cuando hasta un niño de parvulario, sabe que los humanos tenemos 86.000 millones de neuronas en promedio. El pez cae por la boca y éste por su ignorancia supina.
“Hazte de fama y échate en cama“, reza un viejo adagio popular. Quienes llegaron a conocerle durante su corta estadía en México, lo describen como un tipo marginal y nadie sabía a ciencia cierta a qué se dedicaba. Apareció por el campus universitario de la UNAM y desapareció del mismo modo para retornar a Bolivia donde se dedicó al terrorismo y a asaltar remesas universitarias. Más tarde se supo que se había arrimado a una mujer llamada Raquel Gutiérrez, una socióloga, matemática y filósofa mexicana (Ahora está claro de dónde vienen los títulos universitarios que ostentaba el impostor).
Es un oportunista, sabe donde arrimarse para brillar con luz ajena y no pasa de ser un caradura discriminador. Cada vez que abría la boca era para destilar veneno cargado de racismo. Este y no otro, es el causante de haber sembrado odio y discriminación contra la pollera; este es el lenguaraz que ha dejado al país polarizado. Se cree el último jacobino pero en el fondo es un egocéntrico resentido.
Apoyado en su egocentrismo y resentimiento, nunca perdonó a Evo Morales ser solo su vicepresidente o el segundo en jerarquía. El siempre quiso ser el primero y para lograr ese propósito se fabricó un “indio“ con la figura de Morales. En ese Evo indio encontró el blanco perfecto para polarizar a la sociedad boliviana. Se dedicó a vender esa imagen para manipular y humillar a los indígenas.
En sus discursos jocosos frente a los indígenas, se encargaba de victimizar y humillar a Evo. Se valía de actitudes arteras de baja ralea, mentía y buscaba enemigos externos a los que llamaba q‘aras (blancos). Según él, esos k’aras odiaban a Morales porque era un “indio" y porque nació de una mujer de pollera. Evo aceptó ese rol que le impuso ese inadaptado y lo usó para victimizarse ante su propio pueblo y el mundo entero.
Su insolencia no conocía límites, se las daba hasta de astrónomo cuando le convenía. Se aprovechaba de su investidura para engañar y amenazar a los más débiles para que voten por Evo. El no hacerlo habría provocado la extinción del planeta, porque según él, la luna se iba a escapar y el sol ya no iba a brillar y los gringos y los vende patrias iban a venir nuevamente, para robarse a los niños.
Nada de eso ha ocurrido; ahora los astros brillan con todo su esplendor para iluminar a los bolivianos y acompañar a ese pueblo que busca consolidar su libertad y la democracia recuperada. Entretanto desde su guarida/refugio, ese manipulador está ahora utilizando a su hija, publicando fotos ridículas en las redes sociales. No quiere entender que su juego ha terminado y a partir del 20 de octubre del 2019, el soberano ha decidido que rey y peón sean devueltos al cajón.
El autor es instructor de adultos
Columnas de RUBÉN CAMACHO GUZMÁN