Retoques cosméticos en la laguna Alalay
Después de haber procedido a la reinauguración del Cristo de la Concordia, una obra que a pesar de lo positiva que es dista mucho de lo que debe hacerse si en verdad se pretende devolver al cerro de San Pedro su condición de área protegida, la alcaldía de nuestra ciudad se ha dado a la tarea de realizar algunas mejoras estéticas en la laguna Alalay.
Como en el caso de las obras hechas alrededor del Cristo de la Concordia, la iniciativa es de lo más loable. Sin embargo, tiene exactamente las mismas limitaciones que el caso anterior. Es que no se va más allá de los retoques estéticos, dejando de lado los aspectos medulares del problema.
En efecto, más allá de los retoques cosméticos, es muy poco lo que se hace para encarar un plan integral de recuperación, proporcional a la magnitud del proceso de deterioro que está conduciendo a la desaparición de la laguna. Una actitud displicente que ha caracterizado a los sucesivos gobiernos municipales desde hace al menos cuatro décadas.
Basta hacer una recapitulación de la manera como ha ido avanzando el proceso de destrucción de Alalay, y de la manera con que ante él han actuado las autoridades locales durante los últimos años, para constatar que, más allá de las palabras, lo que dicen sus acciones y omisiones es que, en el fondo, consideran que la mejor manera de resolver el problema es dando fin, de una vez por todas, al largo proceso de agonía al que está siendo sometida esta laguna.
Esa larga agonía a la que nos referimos se inició a mediados de los años 70, cuando por primera vez un alcalde de Cochabamba tuvo la audacia de proponer un plan para desecar la laguna y así dar valor inmobiliario a toda su superficie. Además de audaz, la propuesta tuvo el mérito de ser franca y fue presentada sin dobleces. Por eso mismo, fue rechazada por las instituciones locales con una contundencia suficiente para que el proyecto fuera archivado pero no olvidado ni descartado.
Sin embargo, y aunque nunca más se le ocurrió a alguien hacer explícita la idea, en los hechos nunca se la descartó. Durante las décadas posteriores, y hasta nuestros días, Alalay nunca ha estado libre de la mirada de quienes ven en su condición de laguna un obstáculo para su potencial uso inmobiliario.
Con esos antecedentes, sólo cabe esperar que los retoques cosméticos no sean sólo una manera de disimular la falta de acciones para evitar que la mancha urbana, tanto en Alalay como en San Pedro, continúe su depredador avance ante la mirada pasiva, cuando no cómplice, de los gobiernos municipales y del departamental.