La mitomanía cobra una última verdad
Al final del día, cuando el mitómano ya ha quedado desenmascarado y sus estafas se vuelcan es su contra, la demencia lo impulsa a buscar una estrategia que lo lleve a enunciar una gran e irrebatible verdad que lo redima de la infinidad de minúsculas y grandes mentiras que han dado forma a su vida. Esa gran verdad es la que ofrecen un martirio y una muerte espectacular.
Por eso, el mitómano terminal se enamora del fracaso, lo persigue y busca el martirio.
El mitómano político es además un sociópata que busca arrastrar a la colectividad para que le sirva de comparsa y testigo y víctima en sus sangrientos rituales de fracaso.
Hitler lo hizo, cuando prolongó un año más una guerra que ya estaba perdida. En ese tiempo, la población alemana fue sacrificada en el altar de “el ocaso de los dioses”.
Seremos muy ingenuos si no tomamos en cuenta esa psicosis y no actuamos con el serio humor que merece.
No hay guerrilla que no pierda ante una narcoguerrilla.
La organización de combatientes civiles armados y la violencia que promueven es, en nuestros días, un caldo de cultivo muy favorable al narcotráfico. Lo vemos en Colombia, México, Venezuela…
Si aparece en Bolivia, seremos muy ingenuos si no identificamos ese nexo fatal.
¿Quizás Evo, en su afán de buscar derrotas, quiera ir a perder su Chapare para ofrendarlo a algún cártel transnacional?
El autor es actor
Columnas de LUIS BREDOW SIERRA