Consejo de conejo
Llego a las 7.45 a.m. y me topo con una fila enorme, cuento como 160 personas. Más tarde recuento y yo sería el 176. Una funcionaria numera, luego, la fila (descontando mujeres embarazadas, niños, etc.) y me alegro de ser el 148. Pero luego de seis horas de cola –en la oficina ya– me dan el número definitivo: ¡Soy el 213!
Después de ocho largas horas logro renovar mi carnet de identidad (vencido un día antes). Ni en mi peor pesadilla pensé pasar algo así. Fue un día interminable, eso sí –parado o sentado en el suelo– gracias a Dios no perdí la paciencia que me da para enfrentar situaciones adversas y agradezco que la saqué barata pues oí que a otros les tomó 12 horas o más. Pero fueron ocho horas y como quienes me conocen saben que para mí cuenta cada minuto…ocho horas, ¡con mayor razón!
Me pidieron escribir esta columna y lo hago con una buena intención –sin querer dañar a nadie– para mejorar y avanzar como país. Debo decir que, así como narré en mi cuenta de Facebook tal situación que duró ocho horas, años antes felicité también la obtención de mi carnet en sólo 20 minutos. Reconocer un problema, enfermedad, necesidad, etc., es tener ganada la mitad de la batalla; la otra mitad dependerá de la buena actitud para hacer las cosas como Dios manda.
Lo narrado no es algo aislado, y,si bien pudo darse por una alta demanda estacional (v.gr., registro de niños), para evitar su repetición recomendaría: dar prioridad a quienes solo renuevan su carnet, por consumir menos tiempo; el poder reservar turno vía Internet; aumentar horas de atención, personal y brigadas de carnetización; informar sobre los centros con menor afluencia; habilitar escritorios para mamás con bebés, embarazadas, etc., y…¿por qué no pensar en un carnet indefinido como en otros países? Y como dicen que lo mismo pasa con las cajas de salud, certificado de antecedentes, revisión técnica vehicular, etc., para acabar con el alto costo económico y de vida que ello implica ¡encarar la desburocratización y digitalización!
Esto eliminaría las largas filas que dan lugar al negocio de venta de lugares en las colas con el justificado reclamo de gente pobre que –sin poder “comprar”– se sacrifica desde la madrugada para ser atendida hasta por la tarde.
Consejo de conejo: no pierda su carnet; no lo ponga en prenda; no compre fila; no deje su trámite para último momento y sea paciente con los servidores públicos, ellos también son víctimas del sistema (aunque a diferencia del usuario no hacen cola, comen en su hora y trabajan con aire acondicionado).
El autor es economista, magíster en Comercio Internacional
Columnas de GARY ANTONIO RODRÍGUEZ