Nuevo brote de dengue
Desde hace algunos años –con una regularidad que da cabal cuenta de lo poco que durante el “proceso de cambio” se avanzó hacia una mejora sustancial de los servicios de salud pública en nuestro país– a estas alturas del verano aparecen, particularmente en las zonas tropicales, nuevos brotes de virus transmisores de enfermedades mortales. Así ha sucedido con el dengue, con la chinkungunya, el zika. Más recientemente hizo su aparición el machupo más conocido como “Arenavirus del Nuevo Mundo”.
Todo parece indicar que este año no será diferente. Ya han comenzado a reportarse los primeros casos sospechosos de dengue hemorrágico, ante lo que el Gobierno de transición, a través del ministerio de Salud, ha decidido destinar 3,5 millones de bolivianos para atender la emergencia.
Según se ha informado, el destino principal de esos recursos serán las tareas de prevención. Lo que en gran medida consiste en informar y educar a la población con el fin de difundir los conocimientos útiles y promover los hábitos y acciones que se necesitan para detener el avance del mal.
Está muy bien que así sea pues, como la experiencia propia y ajena lo ha demostrado, la buena información –entendida como algo más amplio que las noticias cotidianas– es una condición básica e imprescindible para afrontar exitosamente los grandes desafíos colectivos, como es la proliferación de estos virus.
Sin embargo, tan importante como lo anterior es que las campañas educativas vayan acompañadas de la adopción de una política pública de largo aliento y no medidas improvisadas, concentradas en circunstancias de emergencia. La dotación de recursos técnicos e insumos a los centros médicos de las zonas más vulnerables, como los laboratorios necesarios para realizar con prontitud la detección de las patologías transmitidas por los virus, es una de las muchas tareas que se fue postergando año tras año.
Con los malos antecedentes acumulados hasta ahora, es urgente que la nueva gestión gubernamental resuelva de inmediato esas falencias pues, de lo contrario, los esfuerzos que se hagan aislada y esporádicamente, como el de las medidas preventivas a través de la educación y la buena información, volverán a ser insuficientes.
No se debe olvidar que Bolivia es uno de los países que más motivos tiene para tomar en serio el peligro. Y no sólo porque más del 60 por ciento de nuestro territorio, donde vive casi la mitad de la población, está expuesto al mosquito y los roedores transmisores de los virus, sino porque la negligencia con que hasta ahora se actuó puso a nuestro país ante el riesgo de que el carácter endémico de esas enfermedades se haga irreversible.