Está empezando una vida misteriosa
Sentí un desconcierto, algo no entendía... mi generación fue guerrera. Peleamos contra el imperialismo, las injusticias, los golpes militares, la recuperación de la democracia... Los instrumentos eran los encuentros, la masa, el concierto, la protesta, y con el abrazo expresábamos la furia y la ternura...
En ese entonces, había un enemigo físico, concreto, dueño de una acción violenta, de la represión en el cuerpo, la ideología y los símbolos...
En este tiempo, debemos pelear contra la soledad y el silencio... nos dicen que debemos mirarnos de lejos... que lo responsable es quedarnos quietos... que hay otros guerreros distintos a los que nosotros conocimos, de mandiles y guardapolvos blancos, llevando camillas y poniendo sueros, que están en la trinchera de las decisiones, inventando soluciones, en las cajas de los supermercados y reponiendo productos, corren con cámara, micrófono y libreta en mano por los lugares que no podemos ir, controlando de uniformes el vacío de las calles y otros miles de oficios diferentes, para que nosotros estemos quietos...
Tenía que entender el nuevo campo de batalla, distinto al de la lucha de movilizaciones, panfletos, consignas y comunicados, y lo descubrí en quienes tratan de descifrar al enemigo a través de un microscopio, allá, en la imagen negada a nuestros ojos, en una multiplicación invasiva contra la que sólo podemos lavarnos las manos y medir distancias sin contactos. Y mejor si no salimos de nuestra casa.
Estoy a mitad de camino entre el mundo de las utopías, del que vengo, y la sombra de un miedo informe que sonríe frente a la desazón colectiva... y vuelvo a la idea, al pensamiento, a la inteligencia que busca descubrir, en el minúsculo infinito de una probeta, el arma que nos devuelva la calle y el abrazo... mientras, aprendemos a vivir de otra manera...
Estamos frente al mayor reto de la humanidad. Suena tan simple decirlo. Sólo queda estar a la altura de las circunstancias. Momento de pedir perdón, perdonar, y lo más difícil, perdonarnos...
Y estoy pensando y trabajando para el día siguiente.
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA