Hay otro enemigo aparte del coronavirus
"Hay un enemigo aparte del coronavirus y es la desinformación”, decía un jefe policial de Cochabamba entrevistado por Los Tiempos, a media mañana de ayer, en una vía de la ciudad donde los vehículos circulaban casi como si no existieran las restricciones de la emergencia sanitaria.
El domingo, la familia de un adulto mayor de Totora, internado en un nosocomio de Punata con síntomas que permitían presumir la posibilidad de que esté contagiado con Covid-19, lo retiraron a la fuerza para llevarlo a su casa. En los mercados de Cochabamba y Quillacollo, ayer, la gente se aglomeraba sin la mínima precaución por mantener la distancia prudente que evita un probable contagio.
Por los barrios periféricos con escaso o ningún control policial, decenas de depersonas paseaban en calles, parques y plazuelas como si se tratara de un Día del Peatón. Y no estamos viviendo un tiempo de asueto. No. Estamos en los primeros días de una cuarentena que se pretende total y cuyo objetivo es evitar que la propagación del contagio de la infección del nuevo coronavirus prospere hasta alcanzar magnitudes inimaginables.
Inimaginables, pero reales y con grandes posibilidades de producirse entre nosotros igual que en Italia, España y otros países cuyos servicios de salud, a pesar de estar muy lejos de la precariedad de los nuestros, están colapsados por la cantidad de enfermos que deben atender.
“Yo quiero pedirle a la gente que no se confíe. No vamos a tener cinco casos por día, ni 20. Va a llegar el momento que podemos tener miles de casos en Santa Cruz, porque no se está (acatando) la cuarentena como corresponde”, alertaba el secretario de Salud de la gobernación cruceña, anteayer, domingo, cuando los casos confirmados en la capital oriental eran 15.
Anoche, el ministro de Salud precisaba que el número de infectados registrados de manera oficial en el país llegaba a 28: 16 casos en Santa Cruz, 8 en Oruro, 3 en Cochabamba y 1 en La Paz.
El coronavirus está en cuatro departamentos y su avance implacable es más rápido de lo que parece: la OMS estima que por cada caso registrado existen otros siete, sin síntomas, que están difundiendo el virus.
Esa realidad, la amenaza que representa la pandemia, parece estar fuera de nuestras conciencias, o presente apenas a intervalos. Y no es una actitud exclusiva de los bolivianos, ocurre también en países donde el imaginario colectivo tiene un depósito experiencial de desastres similares, de pestes devastadoras ocurridas hace siglos, de guerras sufridas hace décadas.
¿Será que necesitamos experimentar el contagio y la muerte de algún allegado, decesos numerosos, en serie y en nuestra vecindad, para que su impacto nos convenza de que mitigar los efectos de la pandemia depende de cada uno de nosotros?
Los expertos en psicología social estiman que sí. Esperemos que, en nuestro caso, esa dinámica no nos lleve a un desastre colosal, que parece inminente.