A tomar en serio la cuarentena total
La presencia del coronavirus en el país viene generando diversas reacciones en una ciudadanía que, definitivamente, tendrá que aprender a convivir con ella de ahora en adelante. El proceso de transmisión y propagación se inicia mediante el contacto de persona a persona a través de gotículas procedentes de la nariz o la boca y que salen despedidas cuando el infectado procede a toser o exhalar.
Dada la facilidad del contagio, el Gobierno promulgó el decreto supremo 4199 que establece la emergencia sanitaria y declaratoria de cuarentena total desde el 22 de marzo y por el lapso de 14 días (hasta el 4 de abril), para frenar la pandemia.
La medida generó diversas reacciones que van desde su cumplimiento hasta la resistencia y desacato por parte algunos sectores y grupos, que aún no logran dimensionar la magnitud de este mal y sus graves consecuencias para la salud pública. Este desacato –como no podría ser de otro modo– está impulsado por activistas políticos, incrustados en comunas y barrios de zonas populosas, cuyas mezquindades y antagonismos triviales prevalecen, soslayando la magnitud de los efectos y consecuencias catastróficas de la propagación de la enfermedad, así como los esfuerzos de contención gubernamental.
A ello se agregan los comportamientos irracionales, la falta de conciencia, indisciplina, insensatez, incultura e ignorancia de ciudadanos reacios al confinamiento obligatorio en sus casas, para frenar l pandemia.
No otra cosa podría deducirse de aquellas posturas difundidas por la televisión y las redes sociales, observándose conductas impropias de vecinos correteando a policías, apedreando ambulancias en El Alto y Oruro; las declaraciones desafortunadas de Juana Quispe, diputada del MAS, quién señaló que el Covid-19, es un invento de la derecha con fines políticos; o la posición desafiante de un residente alteño, cual súper héroe dotado de poderes, ofreció su cuerpo para demostrar su inmunidad, tan solo porque se alimenta con chuño.
Las autoridades no solo tienen que redoblar esfuerzos para contener la propagación y el incremento de casos y contagios que, hasta la noche del martes 24 de marzo, ascendían a 29 confirmados a nivel nacional, sino que también deben lidiar con las falacias y una ignorancia fútil, acerca de esta pandemia despiadada que no hace distinción o discriminación alguna.
En su afán de preservar la salud pública, el Gobierno ha instruido a la Policía y militares hacer cumplir el D.S. 4199 y más aún, sin ser sus tareas, se han convertido en “niñeros” y “chaperones” de quienes se resisten a permanecer en sus domicilios. Ojalá se entienda que están ahí para brindar orden, seguridad y hacer cumplir la cuarentena y, junto al personal médico, enfermeros y personal de apoyo, cumplen una labor encomiable, digna y sacrificada, arriesgando incluso sus propias vidas.
La realidad descrita hace entrever que nos encontramos en un escenario dividido entre las personas que respetan y acatan con responsabilidad la cuarentena, por el bien de todos, y las que piensan en sus propios intereses, rompiendo premeditadamente cualquier norma regulatoria. En medio de estos dos grupos, se encuentra la gente indecisa que resulta ser la más importante, pero también la más peligrosa. La configuración de esta dicotomía, permite apreciar que, en un sentido, los indecisos esperan ver cómo se comporta la mayoría y, por otro, cuando perciben que los otros no acatan ni cooperan decididamente con las medidas implementadas, ellos tampoco lo hacen.
Por ello, es imperativo romper este círculo vicioso, apelando a la sensatez, la responsabilidad y, principalmente a tomar en serio la cuarentena total para contener la expansión de Covid-19 en el país.
Hoy más que nunca urgen los desprendimientos sinceros y honestos, la voluntad, el altruismo y solidaridad para protegernos los unos a los otros y así preservar la vida como el bien más preciado del ser humano.
El autor es docente e investigador en la UMSS
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