El coronavirus y la responsabilidad de la salud pública
La idea, de algunos personajes de la política actual, de pedir ayuda a médicos cubanos para luchar contra el Covid-19 y controlarlo es no valorar a nuestros profesionales médicos con competencias y formación para cualquier latitud: especialistas en salud pública (epidemiologia, planificación, administración sanitaria, etc.) y otras especialidades.
Para una mejor orientación, la medicina, en términos generalas, se divide en dos campos: medicina asistencial o curativa y medicina preventiva o salud pública que son áreas del saber en las que actualmente prima la especialización y subespecialización para el ejercicio con conocimiento, eficacia y eficiencia.
En la medicina curativa, por ejemplo, el cirujano o internista se desarrolla plenamente bajo sus conocimientos, destrezas y experiencia para el éxito de su intervención al paciente.
En cambio, en la medicina preventiva o salud pública, cuyo paciente es la comunidad o grupo de personas, el profesional se desenvolverá con sus instrumentos técnicos y por su aproximación al contexto social. Estos colegas salubristas no siempre son tomados en cuenta en sus competencias y formación por el Estado u otros sectores.
Para la OMS “salud pública es la disciplina dedicada al estudio de la salud y la enfermedad en las poblaciones. ... salud pública es la respuesta organizada de una sociedad dirigida a promover, mantener y proteger la salud de la comunidad, y prevenir enfermedades, lesiones e incapacidad”. En ambas áreas de la medicina y sus especialidades debería haber respeto y reciprocidad.
En las políticas y estrategias de salud pública de un Estado, un componente muy importante son los recursos humanos competentes y de excelencia académica sin descuidar, por supuesto, la infraestructura y equipamiento respectivo.
En la administración sanitaria, los sanitaristas y epidemiólogos son un recurso valioso, pero desgraciadamente, a veces, no son tomados en cuenta por las autoridades de gobierno. Por ello el fracaso de los planes, programas, proyectos, en síntesis, de las políticas de salud.
Uno de los grandes problemas en las políticas de salud de todos los Gobiernos de turno es nombrar autoridades sin considerar la formación de especialistas, es el caso del ministerio de Salud, el Sedes, de, los jefes de departamento y unidades de esas instancias, donde el nombramiento responde al calor político, a la ascendencia sindical o colegiatura u otras relaciones de compromiso, al margen de lo científico.
En base a las estadísticas del ministerio de Salud vemos que los salubristas, epidemiólogos y otros que ocupan puestos de importancia, como asesores y otras funciones de mando o conducción no llegan ni a un 20%; ¿será una herencia del anterior desgobierno? En este panorama se hace prioritaria una reconducción a través de una reingeniería sanitaria.
No se pueden improvisar directores de hospitales sea cual fuese el nivel de atención, como tampoco la designación de jefes en el manejo de programas (Tuberculosis, Sida, Enfermedades de transmisión sexual, Infecciones respiratorias agudas, Enfermedades diarreicas agudas, Materno-infantil, etc.). De igual manera deberá respetarse la carrera administrativa del profesional: médico, dentista, laboratorista, enfermera y otros académicos del Servicio Nacional de Salud, Cajas de Salud, ONG, etc., respetando la Ley 3131 del Ejercicio Profesional Médico.
En la crisis actual de la pandemia del Covid-19, el profesional con la especialidad en salud pública es una pieza clave en el control de la transmisión de la citada patología.
Bajo ninguna circunstancia o coyuntura, la salud debe ser una divisa de los intereses subalternos, cualquiera sea su naturaleza. La salud debe ser una política de Estado. ¿Será una utopía?
El autor es magíster en salud pública y docente
Columnas de TITO R. URQUIETA MÁRQUEZ