Cambios económicos imprescindibles
Los productores estadounidenses de petróleo terminaron ayer pagando a los compradores para que se lleven el crudo, porque la capacidad de almacenamiento está cerca de su límite y guardarlo cuesta caro. El resultado es una estrepitosa caída del precio del barril que alcanzó precios negativos.
Es una situación jamás experimentada hasta ahora y que, obviamente, repercute en las proyecciones de la economía nacional puesto que los ingresos del Estado dependen en un buen porcentaje de la venta de gas natural a Brasil y Argentina y estos compradores pagan un monto que se calcula en función del precio del petróleo
Es cierto que los efectos del portentoso descalabro no serán inmediatos y es cierto también que los ingresos que percibimos por la exportación de gas han ido reduciéndose de manera sostenida desde hace un buen número de meses.
Pero todo este panorama marcado por la crisis global de la pandemia, cuyo fin es incierto, y cuya recuperación posterior es también incierta, podría no tener necesariamente consecuencias catastróficas para Bolivia.
No, si el Gobierno transitorio maneja la crisis de manera sincera, hábil e imaginativa, transformando este delicado en una oportunidad y un impulso para realizar lo que tanto necesita el país: transformar nuestra matriz productiva y diversificar la oferta exportadora.
La debacle del precio del petróleo tendría que poder tener un efecto positivo para Bolivia, un efecto de repercusiones no inmediatas, pero de alcance estructural
Para ello es imprescindible que el Gobierno asuma responsabilidades que no esperaba tener y abandone, al menos de manera temporal, sus preocupaciones y cálculos electorales. Este Gobierno –como los de cualquier otro país– no contaba en sus planes con la pandemia de Covid-19, pero tiene que enfrentarla tratando de encontrar un difícil y delicado equilibrio entre salud y economía. Es decir, entre el mantenimiento de las restricciones necesarias para mitigar el avance del Covid-19 y la reanudación de las actividades económicas, casi del todo paralizadas.
A ese desafío se suma la imperiosa necesidad de formular y ejecutar políticas que estimulen el desarrollo de otras áreas productivas existentes, como la producción de software, por ejemplo. Y también adoptar una actitud más agresiva respecto del mercado del gas brasileño, donde se podría encontrar otros compradores aparte de Petrobras.
Esta histórica caída de los precios del crudo tendría que ser un sacudón enérgico que estimule a quienes nos gobiernan a ampliar su campo de visión y asumir conductas de verdaderos estadistas.