Infodemia, el virus de la sobreinformación
Durante las últimas semanas hemos escuchado declaraciones desde la OMS y la OPS acerca de los riesgos de la infodemia, es decir aquella información abrumadora, noticias falsas, noticias parcialmente verdaderas, memes, videos y audios alarmantes y elaboradas teorías conspirativas referidas al coronavirus que se difunden en las redes sociales más velozmente que la pandemia misma. Este tsunami de información dificulta encontrar la noticia oficial, normas y recomendaciones para que la población responda de manera adecuada a la emergencia sanitaria.
Los términos infodemia e infodemiología no son nuevos, tanto el fenómeno como su estudio han cobrado fuerza en las últimas décadas, y más intensamente desde las experiencias con las epidemias del SARS, MERS, ébola y gripe porcina, que ocurrieron en tiempos de la masificación del acceso a la información y la expansión de las redes sociales.
Todos los estudios sobre la infodemia concluyen que ésta tiene una relación directa con la epidemia. Las investigaciones durante la crisis del MERS, en 2015, demostraron que en aquellas comunidades y países con mayor flujo de infodemia, la epidemia era mayor, por lo que se atacó directamente a la infodemia mediante alianzas institucionales entre medios y gobiernos para una lucha frontal contra la desinformación, generando la confianza de las comunidades en la información científica y oficial.
En el caso de la pandemia del Covid-19, la infodemia desinforma en cuatro frentes: la causa de la enfermedad, los síntomas, la cura y las acciones de las autoridades.
En el campo de la salud, el efecto de la infodemia es grave, porque una persona mal informada puede verse directamente expuesta al contagio y la muerte. Las redes sociales están repletas de teorías conspirativas, suposiciones y falsas noticias sobre estos cuatro aspectos. Curas milagrosas, tratamientos mágicos y sopas espeluznantes, llevan a la población a reacciones como el exceso de confianza o, por el contrario, pánico, ansiedad u odio; lo que conduce a la generación de estigmas contra los asiáticos, los migrantes, las personas de la tercera edad y los trabajadores de salud. Estos estigmas pueden conducir a hechos concretos de discriminación y violación de derechos contra las personas supuestamente infectadas o transmisoras de Covid-19.
Y, como ocurrió con el VIH, las poblaciones estigmatizadas pueden optar por recluirse debido a la discriminación y, así, autoprivarse de sus derechos. Ya existen casos de afectados por el Covid-19 que no revelan sus síntomas, ni acuden a los servicios de salud por temor a la discriminación y al mal trato.
Como resultado de las recomendaciones de la ONU para luchar contra la infodemia, los gobiernos han creado páginas con información oficial en Internet, las redes han intensificado la identificación de noticias falsas y crearon enlaces notorios a sitios de información oficial de la OMS/OPS y del Estado; los buscadores sugieren como primera opción las noticias de sitios oficiales, y muchos medios de comunicación han generado enlaces.
La lucha contra la infodemia recién empieza, debemos tomar conciencia de nuestra responsabilidad, pues nuestras acciones simples pueden salvar vidas.
Es aconsejable limitar el consumo de noticias a menos de una hora al día, verificar fuentes noticiosas, contrastar las noticias alarmantes con otros medios, buscar más de una opinión, no compartir memes y mensajes de burla y odio, acompañar a los niños en su búsqueda de información, así como participar en foros de manera constructiva y en el marco del respeto y la solidaridad. Esas prácticas tendrán un impacto positivo en nuestra salud mental y física.
El autor comunicador e investigador del Instituto para el Desarrollo Humano-Bolivia
Columnas de HAROLD MENDOZA