La prensa local y la crisis de la Covid-19

Columna
PROJECT SYNDICATE
Publicado el 04/05/2020

PRINCETON – durante una pandemia, la información precisa puede ser una cuestión de vida o muerte. Las personas necesitan informes confiables sobre el impacto de la enfermedad y la amenaza que representa para su ciudad, comunidad o vecindario. La preocupación inmediata de la mayoría de los ciudadanos no es si su país está en la macro trayectoria correcta, sino si su supermercado local está practicando una higiene adecuada y aplicando medidas de distanciamiento social.

Una de las muchas tragedias de la pandemia de Covid-19 es que ocurre en un momento en que los medios locales han sido diezmados en muchos países, y en medio de una guerra total que libran gobiernos autoritarios, como el de EEUU, India o Hungría, contra el periodismo independiente. En una reciente conferencia de prensa diaria, Trump acusó a un periodista de dispensar “noticias falsas” y luego sugirió que inyectar desinfectantes domésticos podría ser efectivo contra el coronavirus.

El corazón del problema es que las noticias locales, en particular, han sido severamente interrumpidas por una reestructuración más amplia de la economía en las últimas dos décadas. Históricamente, la publicidad sostenía un periodismo serio. Como señala Clay Shirky, de la Universidad de Nueva York, en un comentario de 2009, la cadena de grandes almacenes Walmart puede o no haber tenido interés en las noticias de Irak, pero de todos modos estaba subsidiando las oficinas de los periódicos en Bagdad.

Cuando las plataformas digitales como Google y Facebook comenzaron a acumular los ingresos publicitarios que anteriormente iban directamente a las organizaciones de noticias, los medios locales fueron los primeros en sentir la presión. El personal de la sala de Redacción fue reducido drásticamente. Según un informe reciente de la Brookings Institution, en EEUU, desde 2004, ha desaparecido uno de cada cinco periódicos locales, dejando a cinco millones de estadounidenses sin ningún periódico local y 60 millones más con acceso a solo uno.

El crecimiento de tales “desiertos de noticias” ha tenido profundos efectos políticos. Cuando no hay periodistas para informar sobre las reuniones del consejo municipal y las decisiones de contratación pública, la corrupción puede desenfrenarse. Pero en parte porque nadie se entera, el interés político también disminuye. Por lo tanto, el cierre de los periódicos locales se ha asociado con una menor participación electoral, menos candidatos que buscan cargos y más candidatos ganadores. Las mismas tendencias socavan la representación de los ciudadanos a nivel nacional, porque los periódicos locales y regionales no pueden permitirse mantener un corresponsal en la capital del país para informar sobre lo que están haciendo sus parlamentarios.

Obviamente, el declive de las noticias locales ha reforzado la polarización perniciosa que estamos presenciando en una serie de democracias. Cuando se trata de problemas locales, los ciudadanos dentro de la misma comunidad o vecindario generalmente son bastante buenos para diagnosticar problemas y llegar a soluciones prácticas para ellos. Pero a medida que los informes locales se han secado, el vacío se ha llenado con noticias nacionales, que tienden a orientarse hacia guerras culturales de suma cero y otros temas ajenos o lejanos a la realidad local.

Finalmente, el destino de los periódicos locales no necesariamente corre en paralelo con el de la prensa nacional. Y aunque la crisis del Covid-19 podría, en teoría, hacer que los ciudadanos reconozcan la importancia existencial de recibir información precisa sobre su entorno inmediato, la demanda de noticias locales aún no se ha materializado.

¿Qué se puede hacer? Una solución es gravar a las grandes compañías tecnológicas-digitales globalizadas que han destruido el modelo comercial de noticias locales y luego redistribuir los fondos entre los medios locales. Otra opción es legislar normas para que los periódicos puedan negociar colectivamente con plataformas digitales. Los medios de comunicación que proporcionan los hechos reales y la información que aparecen en una búsqueda en Google deben ser compensados en consecuencia. Australia, la Unión Europea y varios países europeos ya se han movido en esta dirección.

También ha habido un florecimiento de organizaciones noticiosas, sin fines de lucro, que lograron tener éxito en los últimos años, muchas de las cuales tienen un enfoque local. Pero el riesgo ahora es que tales instituciones podrían volverse dependientes de algún filántropo multimillonario, dejándolas sujetas a la voluntad arbitraria de una persona. La cientista social francesa Julia Cagé ha propuesto una solución ingeniosa: los partidarios comunes de la información precisa podrían aunar sus recursos para asegurarse el control de las acciones de las organizaciones sin fines de lucro más eficaces.

Puede estar bien que tales organizaciones sin fines de lucro tengan objetivos específicos. Después de todo, al igual que con los partidos políticos, los adherentes se unen a las organizaciones porque estas reflejan sus valores de alguna manera. Tener objetivos, como investigar las injusticias sociales, es compatible con un compromiso con los más altos estándares periodísticos. Lo que importa es la precisión, accesibilidad y responsabilidad. Como explica la filósofa Onora O'Neill, los medios que buscan la verdad “necesitan disciplinas y estándares internos para ser válidos”. El público debe estar en condiciones de comprender quién financia una salida, qué guía sus decisiones editoriales y cómo se generan historias particulares.

El problema con muchos medios de derecha hoy en día no es necesariamente que tengan objetivos específicos, sino que éstos estén ocultos, y sus tendencias disimuladas en noticias generadas profesionalmente. Un ejemplo particularmente atroz es Fox News, que hace unas semanas difundió con entusiasmo información peligrosa sobre el coronavirus y que, probablemente, les costó la vida a algunos de su público, predominantemente mayor.

La crisis de Covid-19 nos ha recordado que los periodistas son trabajadores esenciales. Muchos medios de comunicación nacionales probablemente sobrevivirán (de hecho, algunos ya se están beneficiando del gasto de los gobiernos en ayuda de emergencia). Pero el periodismo local ya estaba en mal estado antes de la crisis, y el bien público que proporciona tiende a ser menos apreciado. Por el bien de nuestra salud física y la de nuestras democracias, debemos apoyarla con urgencia.

 

El autor es profesor de ciencia política en la Universidad de Princeton, © Project Syndicate-Los Tiempos 1995–2020

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