Andanzas por los mundos circundantes de los animales y los hombres
“¿Quién no quiso, en tardes de ensueño, atisbar el modo de intuición de una mosca, e interrogarse por su tozuda insistencia? ¿Quién no osó, al observar la lucha de un gato frente a fugitivas sombras, preguntarse respecto de su espectro sensible y su compenetración total con los movimientos más diversos? ¿Quién, escuchando música, no ha sentido curiosidad por el umbral auditivo de los grillos, de las polillas o de los murciélagos? ¿Sabrán las abejas volver a su panal tras merodearnos molestamente y manifestar vivo interés en la forma circular de la taza de café? ¿Por qué las bandadas de pájaros parecen tener bien claro a dónde van, incluso surcando continentes enteros? ¿Cómo percibe un perro? ¿Y por qué algunos de ellos pueden, en medio de la ciudad inmensa, guiar a sus dueños ciegos en el retorno a casa? ¿Cuántos mundos caben en un bosque? ¿A qué facultad de ingeniería fueron los topos para ser capaces de construir complejas redes de túneles, dentro de las cuales, además, parecen tener un dominio olfativo omnisciente? ¿Y las arañas?, posiblemente nadie se haya formulado estas preguntas”, e incluso se las desdeñe como no importantes, señala Juan Manuel Heredia, en el prólogo al libro ====Andanzas por los mundos circundantes de los animales y los hombres==== del biólogo y filósofo estonio-alemán Jakob Von Uexküll quien es el portavoz que se sienta a escuchar lo que tienen para decir los animales, y nos cuenta de mundos desconocidos que existen sobre la Tierra.
Lo interesante de su planteamiento es que al desarrollar el concepto de Umwelt (mundo circundante) como la confluencia del mundo perceptual (lo que percibimos) y el mundo efectual (de las acciones), sostiene que los mundos circundantes de los animales no son para nada pobres y simples, al contrario, son idóneos pues garantizan certezas en el obrar. La colaboración y la capacidad de construir redes entre mundos circundantes se orientan a una única esencial tarea y afán: la preservación de la vida. Es así que Uexküll abre una vasta problematización relativa a la idea de mundo y del sentido de la existencia.
En 60 días de cuarentena, el virus de manera abrupta nos ha restregado las desigualdades sociales que existen. El hambre se hace sentir y venció al miedo, es innegable. La necesidad de trabajar para conseguir alimento apremia. En esta situación, en la que el virus amenaza la vida y la existencia misma, se podría esperar, al igual que en los animales, la movilización de todos los recursos de solidaridad y creación de redes para el único fin: preservar la vida.
Pero lo que vemos son actos inhumanos e insensibles que impiden el traslado de enfermos, parturientas, medicamentos, alimentos; obstaculizan la atención médica y destruyen ambulancias, grupos juveniles de choque, irregulares que ponen en riesgo a la misma gente que dicen defender.
Y también la corrupción, el abuso de los bienes del Estado, el enriquecimiento de algunos con la compra de equipos y sobreprecios en la atención médica, la nefasta aprobación de medidas para el uso de transgénicos en pleno confinamiento, la “mano dura”, todo, justificado por el virus.
Nuestro mundo circundante y de sentido de la existencia se ha reducido a una miserable y limitada disputa política que pone en vilo la vida de miles de personas. El horizonte que nos ocupa es demasiado chato e inmediato. Nos obnubila y priva de la capacidad de preservar lo más importante que tenemos: la vida misma, como lo hace un insecto que, con su diminuta existencia, nos da una lección de grandeza.
La autora es socióloga y antropóloga
Columnas de GABRIELA CANEDO VÁSQUEZ