Anormalidad
Falta menos de una semana para el final de la cuarentena rígida/dinámica en toda Bolivia, que se levantará de a poco, dependiendo del riesgo de cada ciudad. Sin embargo, muchos ciudadanos se han acostumbrado a ciertos aspectos favorables de esta cuarentena, uno de ellos es el silencio sepulcral que inunda a algunos barrios.
Ya no hay discotecas estridentes, ni karaokes destemplados ni transporte público bullicioso y destartalado. Desde hace más de 60 días, sólo algún ladrido ocasional rompe el sexy silencio nocturno.
Amo el silencio porque proporciona momentos de sosiego. Constantemente viene a mi memoria el cono del silencio, objeto usado en la serie el Súper Agente 86 quien lo pedía para hablar en secreto con el Jefe. Hoy tenemos un cono de silencio todas las noches y suscita un silencio fascinante, tenemos, asimismo, un sensual cielo estrellado contaminado tan solo por las luces del alumbrado público.
Contamos, asimismo, con un erótico aire sin contaminación, pero difícil de respirarlo ampliamente por temor a un contagio; a pesar de que dijeron que el coronavirus no se transmite por el aire. Es igual, ahora da miedo. Como da miedo abrazarse con el otro o darle un apretón de manos.
Vendrán más miedos cuando se levante la cuarentena y es posible que se avecine la peor de las batallas y habrá que estar muy alertas, dado que si bien la salud depende de todos, no todos están dispuestos a seguir los rígidos protocolos que nos han convertido en zombis con barbijos en la cara, alcohol en las manos y mucha paranoia y ansiedad.
Es una dura lección para la humanidad que se niega a aprender que es habitante de este planeta y no su dominante. Habrá que entender que cuando respetemos a la creación es probable que ella nos respete.
Hoy estoy entre las que prefiere la anormalidad del silencio, menos autos en las calles y más bicis.
Quiero una anormalidad con árboles sanos, bicis en las calles, manos bien lavadas y no estar secuestrada por un afán consumista desproporcionado que nos ha llevado al abismo.
Una anormalidad donde la solidaridad esté siempre despierta y llena de gobernantes usando el dinero de todos nosotros sabiamente, invertido en pruebas, reactivos, y salarios realmente dignos para médicos y enfermeras.
Entonces ¿qué habilidades humanas podemos cultivar o desarrollar para hacerle frente a este desafío y aprovecharlo para crecer y mejorar como personas? ¿Qué significa tener una oportunidad para crecer en esta situación tan terrible?
El reto esta lanzado y pasar del paradigma de normalidad consumista, a uno de justicia e igualdad, con menos pobreza y una mejor sociedad.
La autora es magíster en comunicación empresarial y periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER