La muerte de Juana Azurduy de Padilla
Paradojas de la vida. Juana Azurduy de Padilla murió en Sucre el 25 de mayo de 1862, en plena efervescencia cívica por la celebración de la gesta del 25 de mayo de 1809.
Pocos lo recordaban entonces, pero ella, junto a su esposo, habían sido parte activa de aquel histórico levantamiento que, al final, no sólo terminaría marcando el destino de la pareja, sino la de todo un continente.
Juana murió a los 81 años, envuelta en el olvido, en una humilde habitación de la calle de los Bancos. Los años de guerra independentista le habían arrebatado todo: a su esposo, a cuatro de sus cinco hijos y sus bienes materiales.
El día de su muerte, el Mayor de la Plaza, Joaquín Taborga, se negó a rendirle los honores militares. Argumentó que “la fuerza militar estaba demasiado ocupada en los festejos del 25 de mayo”.
La heroína de la Independencia fue sepultada en una fosa común en el Cementerio General de Sucre. “Su entierro fue humilde, demasiado humilde. Cuatro a seis personas acompañaron su ataúd al cementerio. Se ignora hasta ahora el lugar donde sus restos fueron sepultados”, escribiría por aquellos días el general Ramallo.
Fue recién en julio de 1914 que, mediante orden judicial, se realizó la inspección ocular de la habitación donde había fallecido Juana Azurduy de Padilla -donde ya habitaba un artesano- y del Cementerio General para identificar la tumba de Juana Azurduy de Padilla.
Se estableció que el único bien que le acompañaba a la hora de su muerte era un baúl donde resguardaba los documentos oficiales de la gesta revolucionaria que ella y su esposo libraron durante largos años, con férreo temple, en aras de la emancipación americana.
*Con datos del libro “Bolivianas ilustres. Las guerrilleras de la Independencia”, de José Macedonio Urquidi. El artículo fue extraído del muro de Facebook del autor.
El autor es periodista