El crimen organizado en tiempos de Covid-19
Los delitos transnacionales, y en particular los locales, en apariencia hubieran cesado sus actividades criminales debido a que las diferentes fuerzas del orden en la región están ejecutando operaciones conjuntas (policiales-militares) con la misión fundamental de cumplir y hacer cumplir las órdenes emanadas del estado de emergencia.
Sin embargo, esta falsa apreciación no es casual, persigue un fin en sí mismo: crear en el imaginario colectivo una sensación de seguridad y, por supuesto, distracción en las fuerzas del orden.
Ahora bien, la limitación de ciertos derechos, como el cierre de fronteras, han llevado a las imaginativas mentes criminales a reinventarse y a convertir el estado de emergencia en una oportunidad, estos escenarios son comunes a los países de Latinoamérica, a saber:
1. Capital social para los criminales. En los últimos tiempos y antes de la pandemia, las organizaciones (pandillas, carteles, colectivos y otros) y su actividad, han formado una especie de republiquetas y en algunos lugares han tomado el lugar del Estado. Referencias periodísticas informan, por ejemplo, cómo en El Salvador, las pandillas se han encargado de velar por el cumplimiento de las restricciones sanitarias y el aislamiento domiciliario y, también han fomentado a través de sus correligionarios la apertura solo de ciertos comercios. En Venezuela, los “colectivos” han asumido similar acción. En México, una serie de grupos criminales (carteles) han distribuido raciones de alimentos y artículos de primera necesidad en bolsas con la imagen del Chapo Guzmán.
En Bolivia, aunque parezca una mera coincidencia, algunas organizaciones sociales distribuyeron frutas en varios sectores de una ciudad. A diferencia de los hechos enunciados líneas arriba, en nuestro medio se reinventaron aún mejor las fuerzas del orden, detectaron vehículos (camiones) que en su momento sirvieron para transportar dicha ayuda humanitaria y también sustancias controladas, en un caso, y en otro introducían precursores a la región del trópico de la ciudad de Cochabamba.
Pareciera que el confinamiento ha dado a los criminales la oportunidad de consolidar su control, congraciarse con los residentes y ganar más apoyo social de sus correligionarios, he ahí el desafío para las fuerzas del orden destinadas a estar más alertas para contener esta arremetida camuflada.
2. Emergen mercados negros de medicinas y equipos médicos. Países como México y Guatemala han luchado durante mucho tiempo contra un activo mercado negro de medicinas facilitado por la corrupción en sus sistemas de salud y seguridad social. Con la pandemia del coronavirus, los demás países latinoamericanos se les están uniendo debido al auge en el robo de suministros médicos. En Bolivia, en pasados días, en la ciudad de El Alto se incautó una cantidad considerable de insumos de limpieza adulterados y falsificados. Ante ello, son urgentes las alianzas estratégicas entre instituciones del Estado quienes, en el marco de sus competencias y atribuciones, adopten medidas más proactivas que represivas.
3. Corrupción en ascenso. Muchos actores políticos y funcionarios gubernamentales de toda la región han aprovechado sus posiciones para desplegar actos de corrupción en todas partes: desde los sistemas nacionales de salud, hasta los procesos para la asignación de contratos de obras públicas y adquisición de insumos y equipo médico. El coronavirus se ha convertido en la más reciente oportunidad para el afloramiento de la corrupción.
4. Trata de personas. Las medidas de cierre de fronteras en la región han generado un efecto inmediato en el tráfico de migrantes, las tareas operativas redoblan esfuerzos en el control de tránsito, inspección de vehículos y observación permanente en las fronteras. En Bolivia, las redes de explotación sexual y laboral están completamente neutralizadas por el cese mayoritario de las actividades económicas con relación a circulación de personas y vehículos.
El autor es oficial de Policía
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