El color de la piel no da más derechos
Las circunstancias y la forma en que fue ajusticiado George Floyd, en Minéapolis, EEUU, han despertado sentimientos que van desde la conmoción, hasta la impotencia y el dolor. Como si el mundo no tuviera suficiente con la pandemia del coronavirus, los guardianes del orden le sumaron un muerto a las estadísticas, pero en este caso no se trató de una víctima que murió por falta de un respirador; él murió porque una rodilla sobre su cuello le privó de ese derecho elemental que es respirar. ¡Qué crueldad!
Pareciera que los humanos hemos olvidado que el planeta está poblado por gente hermosa de todos los colores, credos, creencias y religiones. Quien afirme lo contrario nació en el lugar equivocado. Este mundo está habitado por varones, por mujeres, por gais, por heterosexuales, por lesbianas y muchos más. ¿Alguien debería sentirse incómodo por eso?
La belleza del ser humano no descansa en el tono de la piel, ni en cuanto prejuicio lleva dentro para despreciar al semejante. Este globo acoje a naciones, a etnias, a tribus, a citadinos, a provincianos y a pueblerinos. Todos, gente con origen, con identidad, con valores, con principios morales y éticos, y con una nacionalidad caprichosa que le fue impuesta en algún momento de su vida y que no pasa de ser una quimera.
No importa cuánto tengas, te sirve menos si intentas usar ese privilegio pasajero para despreciar a tu semejante. El vestir uniforme, traje y corbata, o el tener mucho dinero en una gruesa cuenta bancaria, o la piel más pálida que los demás, no te hace diferente. Ese es un delirio propio de desquiciados. Lo que te hace diferente es mostrar que tienes humanidad y talla. Talla que se mide en el grado de respeto, de tolerancia, y humanidad del que se es capaz, en el grado de solidaridad con los demás.
Antes de humillar, antes de discriminar y de pretender darte de aristócrata o de matón, piensa bien que la cantidad de cromosomas que llevas dentro, no difiere en número con el de tus semejantes. Tú, como los demás, llevan 23 pares de cromosomas. Tampoco olvides que la sangre que corre en tus venas, es tan roja como la del que lastimas. Ese color no se diferencia en función de prejuicios o de caprichos; no conoce de castas impuestas por majaderos y mucho menos de tonos de piel.
La diversidad étnica y la multiculturalidad son la esencia que adorna nuestro hábitat, y sin importar con la lupa que se mire, descubriremos que lo multicolor y lo multiétnico están en los cuatro puntos cardinales. Somos como el arcoíris que adorna el lejano horizonte e irradia belleza transformada en colores vivos y que nos deja boquiabiertos a quienes lo observamos con detenimiento.
La multiculturalidad es nuestra riqueza y cultivarla con valores es nuestra tarea. Seamos capaces de construir una sociedad basada en la tolerancia, en el respeto y en la convivencia pacífica. Seamos capaces de brindar lazos de solidaridad en el lugar y la posición que ocupemos. Seamos capaces de quitarnos esa venda mugrienta que provoca dolor y resentimiento. Seamos capaces de abrirle el corazón al mundo y descubriremos que el mundo está habitado por seres humanos y no por colores caprichosos.
No hay cosa más hermosa, en tu día a día y en el lugar en que te encuentres, que el sentir una conexión con los demás, conexión que viene acompañada de una simple sonrisa, esa sonrisa es la prueba de que eres capaz de abrirle el corazón y de que estás cumpliendo con tu tarea como ser humano. ¿No es difícil verdad?
El autor es especialista en integración y gestión de conflictos
Columnas de RUBÉN CAMACHO GUZMÁN