Lo que el virus está visibilizando
No cabe duda que la emergencia socio sanitaria que está atravesando la humanidad ha develado de manera más visible las profundas desigualdades, los procesos de exclusión y precarización de la vida en sus múltiples formas. Tal parece que el virus en su invisibilidad ha mostrado de manera manifiesta las injusticias sociales. Sin embargo, al igual que las opresiones, la afectación de la pandemia tiene un impacto diferenciado.
La abismal desigualdad en el mundo se retrata en datos abrumadores como los presentados en el Informe de Oxfam de este año, que indica que 2.153 personas poseen más riqueza que el 60% de la población mundial (4.600 millones de personas) y que en América Latina y el Caribe, el 20% de la población concentra el 83% de la riqueza.
Si bien estos datos se basan en la desigualdad en términos de riqueza, son una muestra del carácter desproporcionado y estructural de las brechas sociales que calan las realidades que se viven entre el norte y el sur, entre regiones, y entre países y dan cuenta de lo que pasa al interior de cada país, pues las brechas y jerarquías ya existentes no solo se han visibilizado, sino agudizado.
Lamentablemente, no es ninguna novedad que en Bolivia todavía hay miles de personas que no tienen acceso a las condiciones básicas de vida (alimentación, servicios básicos, vivienda digna), tampoco a recursos y al ejercicio igualitario de derechos, seres humanos que atraviesan precarización económica y social, vulnerabilidad e indefensión que, en el actual contexto se traducen en el acceso desigual a los servicios de salud, dado que no se ha materializado la salud y la integridad como derechos de toda la población.
En este escenario, las mujeres y los cuerpos feminizados son los más empobrecidos y excluidos, el acrecentamiento de la feminización de la pobreza y de la supervivencia se acelera, además, entreverada por el clasismo, racismo y machismo. Será objeto de otro artículo continuar denunciando los feminicidios y desmitificar la cultura familista, pues durante la cuarentena ha quedado demostrado que el hogar patriarcal es el lugar más letal y las mujeres diariamente enfrentan otra pandemia que, al parecer, ya no preocupa ni conmueve a la sociedad ni al Estado.
El Covid-19 ha irrumpido en nuestras vidas y cotidianidad y, juntamente con las desgarradoras escenas de muerte, desesperación e impotencia, surgen innumerables preguntas sin responder y también nos planteamos las demandas de siempre. Aunque parezca obvio y reiterativo, el horizonte sigue siendo efectivizar políticas públicas equitativas para lograr la tan anhelada justicia social y garantizar el cuidado de la vida. Quizá la visibilización e indignación ante la escatológica desigualdad sirva para reflexionar y ojalá encontrar respuestas.
La autora es pedagoga social
Columnas de CLAUDIA LORENA CALSINA VALENZUELA