Quemadas las naves del retorno
La leyenda cuenta que Hernán Cortés, el conquistador de México, después de tomar la resolución, mandó a quemar sus naves para no pensar en el retorno, y seguir adelante hacia lo desconocido. La pandemia nos ha borrado el camino de retorno a las aulas. Por lo menos en este momento, sin la vacuna preventiva, nadie se arriesgaría. Y para no quedarnos parados, proyectamos la continuidad en otro escenario.
Es triste ver las escuelas, los colegios y las universidades con las aulas vacías. Se ha quebrado la rutina bruscamente. Ya no hay la persona que dictaba clases ni el candado que cerraba las puertas. Detrás de aquellas paredes, la algarabía bulliciosa de los estudiantes ha desparecido. Un silencio de ausencia rodea los edificios. El coronavirus nos ha arrinconado.
Pero es preciso seguir adelante. Como dijo alguien, también se hace camino al andar. Para avizorar en perspectiva las posibles soluciones, hay que clavar los ojos en la realidad. Necesitamos manejar datos estadísticos actualizados. Hay una población concentrada en las capitales de departamento y en las ciudades intermedias; la otra, es la población dispersa que habita el ámbito rural o provincial. Sobre este último, parece que no ha tenido mayor incidencia la pandemia. Tal vez no era necesario suspender las clases de forma general, como se ha dispuesto. Con los recaudos sanitarios necesarios, ahora mismo convendría que allí se reanude la actividad escolar cuanto antes, y en la modalidad presencial acostumbrada.
Como se recordará, se dispuso la suspensión cuando recién se iniciaba el año escolar, por lo que convendría adoptar un diseño curricular de tiempo cualitativo, reduciendo su avance a lo mínimo esencial posible. Entendemos que de eso se trata cuando se habla de un “plan de contingencia escolar”.
La situación se complica en el ámbito urbano. La vacuna preventiva para evitar la propagación del virus, tardará buen tiempo todavía. Entre tanto, hay que pensar en otra alternativa. El mundo de la educación digital ya está a la vista, pero a manera de un ensayo empírico, desordenado y caótico, sin una orientación que señale el rumbo a seguir. El plazo cualitativo mencionado permitiría rescatar lo que aún queda del año. A nuestro juicio, no hay otra mejor decisión.
En esta hora crítica, no nos es ajena la visión de que el coronavirus nos lleva por delante. La tecnología digital, que hasta ayer era una posibilidad remota, ahora es un recurso ineludible. Tiene grandes ventajas, pero también potenciales desventajas. Es necesario definir una línea curricular por niveles y por grados, para este año. Tal vez convenga adoptar por ahora una modalidad mixta: digital y presencial.
En todo caso, es necesario contar con recursos técnicos, instrumentales, humanos y materiales. Si se elabora un buen plan, en términos posibles y convincentes, esos recursos, y todo lo que signifique dinero, siempre será posible conseguir. Las reformas siempre han derrochado plata. Si Bolivia demuestra voluntad política para el cambio radical, no faltará quién le facilite.
¿Y de la reforma educativa, signada con el marco normativo número 070 no queda nada? Seguramente nada, por eso se han ido de callados, o la huida del caudillo les ha quitado hasta el habla. Pero todo indica que la llamada “revolución educativa y cultural” fue sólo una ficción.
El autor es columnista independiente
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS