Las cuatro crisis que nos regala la pandemia
A lo largo de la historia, todas las economías (países y regiones) han padecido por diferentes tipos de crisis: de demanda, de oferta y financieras, además, acompañando a todas y cada una de ellas, su crisis gemela, la de expectativas. La crisis actual, posee las cuatro en uno, algo inédito en la historia de la humanidad.
Ante la pandemia, los gobiernos han tenido que decidir entre medidas de tipo económico o de salud, nada sencillo, sin embargo. Todos han optado por cuarentenas restringiendo el movimiento de personas esperando contener los contagios y decesos, no obstante, se ha buscado contrarrestar los efectos del confinamiento a través de políticas económicas.
Es una crisis de demanda porque la mayoría de las adquisiciones de bienes y servicios es personal, el encierro nos impide hacerlo comprar como normalmente lo hacíamos antes de la pandemia. Ni las economías más desarrolladas han sido suficientemente capaces de reemplazar por completo dicha forma de comprar, y eso, a pesar de que, en los últimos tres meses, las circunstancias determinadas por el confinamiento han acelerado el flujo de comercio electrónico hasta alcanzar los niveles estimados para el año 2034. Ese dato muestra que, los sectores ligados a dispositivos electrónicos, e Internet, han aumentado o por lo menos mantenido la demanda. Pero la mayor parte de la demanda tradicional se ha visto disminuida.
Es también una crisis de oferta, porque el principal factor productivo se ha restringido debido al confinamiento domiciliario. Es la mano de obra la que hace funcionar las fábricas, siembra los campos, atiende al cliente, etc., así, la producción de bienes y la prestación de servicios se ha visto dificultada, muchas empresas tuvieron que cerrar y muchos negocios no pudieron llevarse a cabo. Aunque dicha limitación no ha sido homogénea en todos los sectores, la mayoría, han visto disminuido su movimiento, por no encontrar su correspondencia en la demanda, como ya se explicó. La falta de mano de obra ha dado lugar a la carencia de insumos, logística, etc., generándose así un círculo vicioso. Por todos esos factores el Banco Mundial ha estimado para éste año una caída del 5,9% en el PIB boliviano, lo que representaría la primera recesión desde 1986, cuando se estabilizó la economía gracias al D.S. 21060.
Asimismo, es una crisis financiera porque las crisis mencionadas han dado lugar a una fuga de capitales y crecimiento en la mora crediticia. Recordemos que la mayor proporción del dinero que presta la banca pertenece a los ahorristas, los bancos simplemente lo ponen en circulación. Aunque no se ha reflejado en cambios de tasas de interés en el país, la disminución del movimiento económico está dando lugar a que se disminuyan salarios, se cierren empresas y se despidan empleados que están teniendo que vivir de sus ahorros, si los tienen. Además, si consideramos que somos una economía cuyo 80% se desenvuelve en el sector informal, el grueso de los actores económicos no ha podido generar ingresos durante la cuarentena, develando que la mayoría de los bolivianos no ahorran, ya sea por falta de capacidad o de cultura.
Finalmente, es una crisis de expectativas porque los agentes económicos, con una mala lectura de la realidad, tienden a profundizar la crisis, pero si el Gobierno lanzaría mensajes claros, los agentes podrán actuar en la dirección adecuada.
Es crucial saber el tipo de crisis a la que nos enfrentamos porque solo así es posible encararla con posibilidades de superarla. Un problema que no se percibe tal como es, es un problema que no tiene solución, o peor aún, como se dice en aviación, la mayor cantidad de percances se debe a detalles que se decidió obviarlos.
Hay mucho por decir de cada tipo de crisis, los cuales, se irán desarrollando en siguientes publicaciones.
El autor es economista
Columnas de JUAN PABLO QUIROZ SERRANO