Autoencierro, fraude electoral y coronavirus
No hay derecho. Los subversivos de la republiqueta cocalera dan media vuelta y esta vez no sabotean las medidas preventivas contra el coronavirus. Antes parloteaban como cotorras que la Covid-19 era un invento del Gobierno. Esta vez los cocaleros se autoencapsulan poniendo piedras y camionadas de ripio en los caminos, ¿Quién pagará por las volquetas? La plaga cunde en sus dominios y el resistido tata Gobierno no les soluciona el contagio. ¿Dónde están ahora sus politiqueros que negaban la pandemia?
Es una prueba más de que los prorroguismos autocráticos de derecha (Donald Trump) y de izquierda (Evo Morales) tienen mucho en común.
El megalómano presidente de EEUU tiene una cohorte de adulones que celebran cualquier huevada del “boquita de cereza” de la Casa Blanca. Su primera prioridad es ser reelegido en las elecciones presidenciales de noviembre. Minimiza la pandemia de la Covid-19, que ha llevado tantos estadounidenses a la tumba. Menos mal que no siguieron –aunque no faltaron algunos tontos– sus recetas de beber lejía o sus prescripciones de remedios para otras dolencias. Una docena de multitudinarias protestas en ciudades de EEUU no han hecho mella en su racismo contra los afroamericanos, ni en sus poses de dictadorzuelo de tercer mundo en el país más rico del planeta. Poco le importa perder espacios de primera potencia ante Rusia y China, luego de disfrazar, con “traer las tropas a casa”, sus derrotas en Afganistán e Irak.
Encima, medio año ha pasado y el New York Times atiza cenizas sobre las fraudulentas elecciones de 2019 en Bolivia. Ahora resulta que tienen defectos las estadísticas publicadas en el Informe de 100 páginas de la Organización de Estados Americanos (OEA). Pocos indagarán y menos comprenderán los métodos avanzados de estadística de un coautor del texto en que se basan un economista y una “experta” en política latinoamericana, que proveyeron el material para la nota. Pero me late que más resonancia mundial tendría la magia de por qué es presidente de EEUU un atrabiliario que perdió en las urnas por tres millones de votantes.
Tengo una veintena de tomos sobre estadística. Quizá por mi inopia, sigo prefiriendo How to Lie with Statistics (Como mentir con las estadísticas) al concluir que tal ciencia, como las leyes, las noticias y la política, quizá se puede manipular según el interés de alguien con plata, con afán de figuración o intención de vender mayor tiraje.
Lo peligroso del hecho es que, en un país de ignaros declarados letrados por garabatear su firma, la noticia del New York Times revive menguantes arengas falaces de perdidosos renunciantes en exilio de jaula de oro en Buenos Aires. El Gobierno de transición dejó de serlo al momento de postularse su Presidenta como candidata presidencial. ¿Otra prorroguista?, pensaron muchos. ¿De que “ala derecha” hablaba el reportero, si el nuevo Gobierno nació débil al pretender quedar bien con Dios y con el diablo dejando intacto una Asamblea Legislativa de opositores, republiquetas coca-cocaineras y contrabandistas, y vociferantes demagogos allegados al anterior régimen?
El Gobierno de transición ni siquiera aprovechó el contraste de prioridades que prefirió pingues negociados corruptos y millonarias inversiones en museos autócratas o palacios inútiles, a la infraestructura sanitaria.
Encima sobrevino el nuevo coronavirus. Hay que lavarse las manos varias veces al día, exhortan, quienes no saben que en Bolivia, potencia hídrica, miles no tienen agua como para enjuagarse bien todo el cuerpo una vez por semana.
¿Quién entiende el intríngulis?
El autor es antropólogo, win1943@gmail.com
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO