Violencia de género y coronavirus
En tiempo de coronavirus, cuando hablamos de violencia de genero escuchamos la expresión: “la doble pandemia”. Sin embargo, cuando revisamos la definición de pandemia nos encontramos con la siguiente: “propagación mundial de una nueva enfermedad”.
¿Es la violencia de genero una nueva enfermedad? Más bien todo lo contrario, es una enfermedad tan antigua como lo es la sociedad. Una enfermedad a la que nos acostumbrarnos e incluso nuestros organismos crearon anticuerpos porque naturalizamos las conductas machistas.
Lo que sí es cierto es que, en este momento, muchas mujeres y niños están sufriendo más violencia que antes. Las cifras que vemos en los medios de comunicación no reflejan lo que realmente sucede, porque ahora, más que nunca, es difícil denunciar o pedir auxilio cuando tienes al agresor encerrado en las mismas cuatro paredes que la víctima.
Se debe considerar que este escenario es crítico porque vivimos una situación atípica, donde la crisis económica nos ajusta y acumula una tensión que lamentablemente es liberada de la manera equivocada. Además, la lucha contra la violencia de género dejó de ser prioritaria (quiero creer que alguna vez lo fue), hay menos presupuesto para brindar servicios porque el mismo está siendo dirigido a la lucha contra la Covid-19, y hay más dificultad de acceder a los servicios para sentar una denuncia y menos personal que atiende.
Un claro ejemplo es lo que sucede en el Gobierno Autónomo Municipal de Cochabamba, donde, desde marzo, el Servicio Legal Integral Municipal (SLIM) y la Defensoría de la Niñez y Adolescencia están sin personal contratado. Es más, el personal del Departamento de Protección al Adulto Mayor está tratando de cubrir estas acefalías.
Hasta ahora nadie dijo nada, y esto se debe a que la atención, incluso de los colectivos de mujeres, se encuentra volcada hacia la crisis sanitaria.
Por otro lado, un aspecto importante para reflexionar es el trabajo del cuidado. Muchos hombres, algunos después de mucho tiempo y otros por primera vez, están aprendiendo la dinámica de sus hogares. Algunos asumen sin problemas su corresponsabilidad en el cuidado, mientras que otros, una gran mayoría, se convirtieron en una carga más pesada de lo que ya eran para la mujer. Entonces, estamos hablando de una excesiva carga de trabajo del cuidado y, además, a esto se debe sumar, en algunas circunstancias, el teletrabajo y en otras, la ausencia de trabajo e ingresos para sobrevivir, lo que genera una frustración muy grande para las mujeres y niñas de los hogares bolivianos.
Por donde se vea, la mujer, una vez más, sale perdiendo y el coronavirus solo acrecentará las brechas de género que poco a poco estábamos cerrando, a no ser que nuestras autoridades se pongan las pilas, y del discurso pasen a la acción.
La autora es abogada
Columnas de CAROLINA ORÍAS