Muchas familias esperan una renuncia
Ha debido ser muy difícil para José María Leyes tomar la decisión de alejarse de la alcaldía de Cochabamba, que la justificó muy noblemente para evitar que su familia, su esposa y sus hijos, sufran las consecuencias de la persecución, la humillación, el maltrato y las amenazas que están siendo orquestadas desde el gobierno central.
Esa decisión la comunicó el 4 de junio y hasta ahora no ha formalizado su alejamiento (digamos: su renuncia) y estoy seguro que algo tuvo que pesar más, para que aún no presente la esperada carta. Por lo menos los hechos vividos los últimos días me dan la impresión de que el acoso gubernamental, como él le llama, no ha cesado y eso explica el sufrimiento que su familia soporta aún. Si Leyes dio su palabra a la esposa e hijos ya debería cumplirla, porque su pueblo también está impaciente.
Detrás de esta aparente coherencia y ética ha demostrado todo lo contario, dejó de lado la promesa a su familia, decidió conservar el trono edil soportando el acorralamiento del Gobierno, avivando los acuerdos políticos con los comerciantes y los transportistas; y burlándose del pueblo que ya no le quiere. Es que de Leyes se puede esperar todo.
Muchos ciudadanos sensatos ya han cuestionado su gestión, y para un sinfín de padres de familias “el Leyes”, como le dicen, ya se ha convertido en un mal ejemplo para los jóvenes que pretenden ser líderes locales en el futuro. No fue en broma que un jovencito malintencionado haya manifestado que “quiere robar como Leyes”. Otros ciudadanos menos atrevidos, pero más inmorales, prefieren que Leyes se quede en el trono edil, aunque robe, con tal de evitar que un masista tome las riendas del gobierno municipal.
Es que Leyes sigue en caída libre y mientras más demore con el cumplimiento de su palabra, el poco prestigio que le queda no le servirá para explicar a sus hijos lo que hizo después de que se inmoló ante su pueblo en nombre de ellos. Mientras Leyes más posterga la presentación de su renuncia los cochabambinos siguen registrando para la posteridad su ineficiencia administrativa y el permanente engaño político al que ha sometido a toda la ciudadanía.
Que no vaya a ser que la retractación de la renuncia se convierta en una conducta generalmente aceptada y practicada entre los políticos, como fue el caso del rector de la UMSS que, pese a su renuncia, continúa hoy en el cargo, con una sobredosis incomparable de arrogancia y altanería.
Si el propósito del Alcalde es ganar tiempo, maniobrando una “transición responsable” luego de cinco años de la peor gestión municipal que soportó mi pueblo en toda la historia republicana, lo correcto sería que comience a identificar a los verdaderos beneficiarios de su atrevimiento: los comerciantes y los transportistas. Ellos, ya lo dije, intentarán por todos los medios conservar el poder municipal.
A estas alturas Leyes sólo es un títere y el sueldo que se le paga no justifica el tiempo que trabaja para la ciudad. Ha estado más tiempo en la cárcel o en estrados judiciales, respondiendo a preguntas como ésta: ¿el alcalde de verdad es honesto? Para algunos conciudadanos los alcaldes anteriores fueron unos pillos, y para muchos Leyes resultó siendo el que les superó a todos juntos.
Irónicamente, pediría que otro alcalde le supla de inmediato para que lo haga peor y así los cochabambinos olviden su pésima gestión que, por el momento, parece insuperable.
Si la eficiencia administrativa en el municipio es mínima, el margen de maniobra de los servidores municipales es inversamente proporcional. Leyes y su grupo de poder están preparando, para los próximos días, un acto de masas para legitimar a gritos su permanencia en la alcaldía; como creando un escenario favorable para que públicamente se retracte de su alejamiento. Entonces dirá que “la voz del pueblo es la voz de Dios” y “si mi pueblo me lo pide yo me quedo de alcalde”.
En las redes sociales ya se ha descubierto esta treta en la que participarán los funcionarios municipales, muchos comerciantes y quizás todos los transportistas de Cochabamba. Si esa gente decidirá el futuro de mi ciudad, como todos los ciudadanos honestos de este campanario, estoy obligado a castigar moralmente a los embusteros que jueguen con mi inteligencia.
El autor es abogado
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