Cuarentenas y pequeñas cosas
Esas pequeñas cosas, a su vez, toman una importancia y atención inusual ahora que uno se recluye cuanto puede, ahora que la fragilidad de todo queda expuesto: pero entonces el valor de lo mínimo puede encontrar su verdadera dimensión. Buen momento para escuchar a Nietzsche hablando de ello:
“Se me preguntará cuál es la auténtica razón de que yo haya contado todas esas cosas pequeñas, indiferentes; al hacerlo, dirán, me perjudico a mí mismo, en cuanto estaría destinado a representar grandes tareas. Respuesta: estas cosas pequeñas —alimentación, lugar, clima, recreación, toda la estrategia del egoísmo— son inconcebiblemente más importantes que todo lo que hasta ahora se ha considerado importante.
Justo aquí es preciso comenzar a cambiar lo aprendido. Las cosas que la humanidad ha tomado en serio hasta este momento no son ni siquiera realidades, son meras imaginaciones o, hablando con más rigor, fabulaciones nacidas de los instintos malos de naturalezas enfermas, de naturalezas nocivas en el sentido más hondo; todos los conceptos ‘Dios’, ‘alma’, ‘virtud’, ‘pecado’, ‘más allá’, ‘verdad’, ‘vida eterna’. Pero en esos conceptos se ha buscado la grandeza de la naturaleza humana, su ‘divinidad’. Todas las cuestiones de la política, del orden social, de la educación han sido hasta ahora falseadas íntegra y radicalmente (…) por el hecho de haber aprendido a despreciar las cosas ‘pequeñas’, quiero decir los asuntos fundamentales de la vida misma” (Ecce Homo, 1,10).
El autor es escritor
Columnas de JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN E.