Parejas en pandemia
Llevamos desdibujados hace unos meses, la pandemia ha cambiado el escenario. Pasamos del miedo a una convivencia cómplice, del hastío a la ternura. De igual manera, se materializa la necesidad urgente de estar solos a pedir compulsivamente la presencia del otro. En algunos momentos del día asoma el miedo, entonces, buscamos rutinas para espantarlo, el teletrabajo es una forma muy certera de concentrarse en el otro escenario.
En una entrevista para Infobae, Mirtha Goldstein, psicoanalista de parejas, afirma que en esta vida de confinamiento los espacios privados tienden a desaparecer, las emociones deambulan en estados extremos. Aconseja, entonces, respetar una distancia óptima y generar esos preciados y solitarios momentos de soledad. Y también, para no ser islas en la misma casa, buscar espacios lúdicos donde encontrarnos con el otro.
Las nuevas rutinas se van amoldando a esta extraña “normalidad” a veces de forma serena, otras no tanto. No es novedad, lo sabemos, esta situación nos orilla a reajustar un ritmo que se aleja del frenesí acostumbrado. No era bueno ni saludable andar en esa lógica hiperactiva, esperando el fin de semana para rearmar lazos y vida social, claro que no era bueno, pero era lo que habíamos naturalizado.
Revisando un adelanto del libro La cruel pedagogía del virus, de Boaventura de Sousa Santos, se lee que la pandemia plantea alternativas posibles, las sociedades, con mayor o menor agrado, se adaptan a nuevas formas de vida y al final lo que se busca es el bien común –y esperemos que también el privado–, por tanto, y sin pecar de un falso triunfalismo, esta situación nos ofrece alternativas y quizá cuando nos adaptemos del todo a esta nueva forma de vivir, regresemos a esas rutinas que, aunque hayan sido tediosas y monótonas, ahora parecerán pacíficas y seductoras. Y en el aquí y el ahora, deberíamos encontrar las oportunidades de brindarnos espacios fraternos, sin dar por hecho que quienes nos acompañan permanecerán siempre a nuestro lado.
Al escribir esta columna, no puedo dejar de mencionar que, pese a que no estamos en el mejor escenario, muchos tenemos el privilegio de tener a nuestros afectos con salud y juntos atravesamos las turbulentas aguas de este tiempo en común y, aunque muchas veces nos invaden nostalgias por las cosas que hacíamos o pesares que pesan a todos en la casa, tenemos sin dudas este preciado regalo de volver a encontrarnos cada día en la sinceridad de los verdaderos amores. Por ello, celebremos la presencia de nuestro compañero o compañera que acompaña estas incertidumbres.
Por ello, voy a aplicar eso que leí un día en la red, hay que ejercer la ternura como acto revolucionario.
La autora es escritora
Columnas de CECILIA ROMERO