Después del coronavirus, ¿qué?
Casi todas las noches culmino mi jornada con noticias en inglés en CNN, pero confieso preferir redondear mi visión del mundo con nuevas de Europa, cuyo generador de caracteres me informa de problemas en nuestra parte del mundo.
El otro día fui sorprendido con que, por fin, algunos reporteros estén remachando dereliction of duty, negligencia en el ejercicio de sus deberes, al tratar sobre el (ojalá) último gafe de Donald Trump, su presidente. Los estadounidenses pueden disculpar todo, más de 125.000 muertos por la Covid-19, más de 30 millones de desempleados, estadios vacíos en deportes que antes distraían, una crisis económica sin luz al final de túnel, todo. Sin embargo, no toquen su nacionalismo. La noticia, todavía sin prueba contondinte en la jerga politiquera nacional de hoy, de que Rusia premia que los afganos maten soldados yanquis, hurgó los petos, como dicen en mi parte de la patria. Ni que fuera novedad.
Lo importante yace en que los medios y analistas están atreviéndose a llamar las cosas por su nombre, to call a spade a spade, al enumerar los dislates de su Presidente como sintomáticos de una negligente gestión en la Casa Blanca. El Wall Street Journal y la analista Peggy Noonan citan que Trump “es ignorante, egoísta e indigno de su alta investidura”. Su liderazgo frente a la pandemia “fue inadecuado y dañino” enfocando el problema no tanto como una amenaza vital médica, sino como un peligro para su reelección. Su “manejo de protestas y tumultos de junio pasado fue pobre y vergonzosamente tratado”. Es culpable de mala práctica política, a pesar de empezar su gestión con apoyo del 40% del electorado, una economía en crecimiento, sin desempleo y sin guerras calientes. Encima, ayer registraron un triste récord de muertos por coronavirus.
Una “aterradora” infografía de Visual Capitalist, ningún portal socialista por supuesto, enumera “los principales riesgos que habrá que enfrentar en los próximos 18 meses por Covid-19”. Los clasifica en categorías: 10 económicos, 9 sociales, 6 geopolíticos, 4 tecnológicos y 2 ambientales. Sostengo que Bolivia es un planetita en la órbita estadounidense, uno de los más pobres a pesar del impostor Vice de Evo Morales, que vaticinó que en 20 años alcanzaríamos a Suiza. Por falta de espacio, no se aborda los 31 temas de la infografía. No obstante, comento sobre los que tocan el futuro del país.
No hay duda que entraremos en recesión prolongada, con dos efectos directos: aumento del desempleo y la quiebra de empresas estatales, privadas y pymes. Se disminuirá la posición fiscal de la economía, hasta llegar al colapso de un débil mercado emergente. Habrá inflación en un precio ilusorio del dólar, pero cambiarán los destinos del capital exportado. No habrá fondos para pagar jubilaciones y se devaluarán de hecho los fondos de pensiones.
¿Para qué rebrote pandémico, si aún no se alcanza el pico de contagios en los países pobres? Será inevitable la erosión de libertades civiles y la desigualdad social cada vez mayor, con desconfianza y rabia hacia los políticos: es un caldo de cultivo para mayor inestabilidad política.
Colapsará el sistema nacional de seguridad social, de por sí inequitativo para ciudad y campo. Ya se nota que la asistencia sanitaria funciona según la billetera, siendo ineficaz y abierta a la popularidad de panaceas caseras. Ni qué hablar de educación y capacitación en el contexto de una larga crisis.
Los riesgos de tipo geopolítico, tecnológico y ambiental no merecen párrafos aparte. El iluso muro de Trump está en veremos; los botes rebosantes de migrantes seguirán su peligroso viaje a Europa, pero sus países receptores los querrán menos. Sin embargo, la cocaína seguirá preferida a las anfetaminas sirias. Disminuirá la ayuda exterior y habrá reverberos por tal motivo, especialmente en la distribución mundial de la vacuna contra el coronavirus. Aumentarán los ciberataques y los fraudes electrónicos. ¿Es posible la automatización de la fuerza laboral? No lo creo.
El voto electrónico, la telemedicina serían exitosos si las “apps” para celulares enseñaran masivamente; mientras tanto, se ampliará el rezago de Bolivia en el manejo de tecnología digital. ¿De qué aguante ambiental puede alardear un país que tala y quema selvas, y asesina animales silvestres por su cuero?
Por tanto, las únicas áreas que prosperarán en Bolivia seguirán siendo las tres “C” de la cocaína, el contrabando y el comercio informal. Las anunciadas elecciones de septiembre serán como escoger entre la sartén y la brasa. Mejor harían en incentivar con medidas efectivas al campesino que produce alimentos, y al agricultor de rubros andinos y amazónicos no tradicionales.
El autor es antropólogo, win1943@gmail.com
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO