La pandemia se combate también con paciencia
La noticia de que la presidenta Añez ha contraído el virus de la Covid-19 resulta preocupante por diversos motivos, en primer lugar, porque si la enfermedad se desarrolla de una manera más agresiva quedará muy comprometida la estabilidad del Gobierno y la del país en general, por el otro lado está la comprobación de que el virus puede meterse entre rendijas, y cualquiera de nosotros puede resultar contagiado. Estamos seguros de que la primera mandataria ha tenido extremo cuidado en su cotidiano, pero debido a sus actividades, tanto en su calidad de Presidenta como en la de candidata, en algún momento, ha habido un descuido y el virus se ha colado.
Solo un aislamiento absoluto puede garantizar el no contagio y los bolivianos, luego de casi cuatro meses, estamos cansados, aun los que podemos llevar el encierro con gracia y dignidad, de estar guardados y sin poder tener contactos humanos directos.
Lo cierto es que aparte de que el círculo se va cerrando, de que ya hay eventualmente amigos, o amigos de amigos, o parientes de amigos, o parientes que han contraído la enfermedad, también podemos en algún momento ver que el virus está haciendo acto de presencia en los lugares donde nos abastecemos.
Y finalmente las estadísticas nos dicen mucho, (no necesariamente el número de personas diagnosticadas con el virus, porque las pruebas siguen siendo escasas, aparte de a veces no confiables), ante todo las de los decesos, que tampoco nos refieren el número exacto de quienes han sucumbido ante la enfermedad, pero si un número mínimo aproximado.
Y bueno estamos con alrededor de 160, muertos por cada millón de habitantes, una cantidad muy similar a la que tenía el Perú, hace unas tres o cuatro semanas, y aunque usted no lo crea, también muy similar al Brasil de ese periodo. Las cosas en ambos países solo han empeorado, aunque todavía no han llegado a los niveles de la Italia o de la España, de hace dos meses, aunque eso sí, inclusive en algunas ciudades del Brasil, las muertes diarias han ido disminuyendo, como ha ido sucediendo también en Europa.
No hay ningún motivo para creer que a Bolivia le será ahorrada la desgracia que están viviendo nuestros vecinos más afectados, Brasil, Perú, y Chile, y sí hay caso de preocuparse más debido a nuestro deficitario sistema médico y a nuestra pobreza en general.
Mientras tanto la crisis económica va creciendo, se ven ya los locales cerrados, las ofertas en alquiler de esquinas que antes hubiera habido lista de espera de potenciales inquilinos. Estamos empezando a navegar en las aguas movidas de la crisis, y vaya uno a saber cuántos naufragios nos tocará presenciar.
El futuro inmediato se ve, con una pequeña dosis de pesimismo, (o realismo), como algo tremendamente duro, más muertos, más desesperación en los hospitales, y luego muchísima más pobreza.
¿Cómo soportar esto?, primero tratando de aguantar, una vez más comparando esta pandemia, esta tragedia, con situaciones atroces de índole colectiva. Hace bien comparar este momento con una guerra, ante todo para poder alegrarse de que al menos no caen bombas en la noche, no se destruye la casa, no hay tanto dolor ni caos.
De lo que se trata es de tener más paciencia, de, por un minuto, imaginarse la muerte de un ser querido cercano, y de todo lo que uno estaría dispuesto a hacer para que eso no suceda, y de crear, como sociedad y como Estado, las posibilidades para apoyar a quienes son más vulnerables, lo peor va a pasar, como está pasando en Europa, aún antes de encontrar la vacuna. Y, más tarde, la economía se va a reactivar.
Un último consejito de columnista: piense que en Italia se han recuperado casi 200.000 personas, y en Alemania otros tantos, sin usar dióxido de cloro.
El autor es operador de turismo
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ