Desafíos para la educación en tiempos de pandemia
El mundo se ha detenido, se ha vuelto peligroso, limitado, frágil, vulnerable, quieto y aterrado. Un mundo que no se toca.
Creímos que el ser humano era todopoderoso dueño de la ciencia y de la tecnología y descubrimos que estamos tan indefensos ante la amenaza invisible de este virus, como en la Edad Media ante las pestes. Todo quedó en segundo plano porque lo que cuenta es sobrevivir.
Lo que no podemos dudar es que esta experiencia sin precedente por sus características globales es motivo de aprendizaje social, en el hogar y en la institución educativa.
Es una situación traumática que, como primer desafío, lleva a cambiar de perspectiva y a pensar en la urgencia de educar en una conciencia planetaria, ahora que sentimos tan cerca la tragedia de otros países que viven la pandemia hasta el colapso.
Por encima de nuestras estrechas mentes divididas en derecha e izquierda, descubrimos que hay algo que nos une por encima de las fronteras geográficas culturales e ideológicas: la urgencia de salvar vidas y la solidaridad entre seres humanos frente a la muerte.
En Bolivia, la pandemia es una bofetada que nos hace ver nuestras carencias sanitarias producto de todos los gobiernos pasados y en especial el de los “14 años de bonanza”. Nunca priorizaron la salud. No son suficientes edificios vacíos para la propaganda, necesitamos recursos, formación, organización, equipamiento, extensión y eficacia de los servicios de salud.
Si otros no estaban preparados, nosotros mucho menos. La bofetada nos obliga a mirar un país en crisis tremendamente desigual para enfrentar al enemigo invisible. Reflexionar sobre esta realidad sin evadirla, es el segundo desafío educativo.
Un tercer desafío se refiere a educar para superar el miedo y actuar con eficacia en resolver los problemas prácticos sin ser pasto del pánico; ser propositivos en la incertidumbre y capaces de soluciones esperanzadoras cuando se desatan los conflictos. Niños y jóvenes tienen la oportunidad, en cada hogar, de aprender esta actitud en la acción y el ejemplo de sus familias.
La responsabilidad individual y colectiva supone protegerse uno para proteger a los otros. No podremos sobrevivir sin ayudar a que otros también lo hagan y es imperante movernos disciplinada y colectivamente. El liderazgo es hoy, ante todo, ética con responsabilidad social.
Una nueva actitud ante el conocimiento y el manejo de la información consistente, amplia, verídica, confiable, con autoría y calidad en su contenido es también tarea de una educación, así como la utilización apropiada de herramientas virtuales que permitan a todos los ciudadanos, no solo a unos pocos, resolver problemas prácticos, académicos y de trabajo desde casa.
Ojalá que esta pandemia sirva en Bolivia para transformar actitudes, enfoques, conocimientos, prácticas y recursos obsoletos que no preparan para momentos como los que vivimos. Que no se la olvide como un mal sueño, sino como el sacudón que nos despertó a un verdadero cambio.
La autora es investigadora y docente universitaria
Columnas de MELITA DEL CARPIO SORIANO