Geopolítica y vacunas contra el coronavirus
Muchos cambios en protocolos sociales sobrevendrán con el coronavirus. Tocarse los codos en vez de estrechar manos. Adiós a los abrazos fraternales. Se añorarán los ósculos en la mejilla de las féminas, que algunos aprovechaban para un beso secreto a las coquetonas. Otros quieren adoptar hábitos de repetirlos tres veces, salvo a damas añejas con excesivo maquillaje.
Quizá en el fragor eleccionario de noviembre, en EEUU, los leales a rajatabla olvidarán que “Boquita de cereza” recetó beber o inyectarse lejía para curar la Covid-19; otros ni irán a las urnas porque se envenenaron o murieron defecando ácido. Anteayer los EEUU pasaron los 150.000 muertos por el coronavirus, mientras que Corea del Sur apenas tuvo 299 decesos.
Hasta colegas de su persuasión política ahora creen que su testaruda incapacidad para enfrentar la crisis deviene de “un casi patológico desdén para admitir sus errores”. ¿El calificativo “patológico” y su inclinación a soluciones mágicas será indicación de su salud mental? Compite con el médico Anthony Fauci, despreciado científico de la Casa Blanca, una médica (¿?), dice que alienígenas implantaron su ADN en políticos (seguro que republicanos); también achaca por la pandemia a los demonios, ojalá no un saltarín o a una “china supay” de la Diablada orureña.
Una consecuencia de su desgobierno electorero es la pérdida del liderazgo de EEUU en el mundo. Un muestreo de la prestigiosa Gallup revela que, por tres años seguidos, las respuestas en 135 países sobre sus opiniones de cuatro principales potencias mundiales –Estados Unidos, Rusia, China y Alemania– sitúa a esta última en la cúspide. El EEUU de Trump apenas iguala a China. La gran derrotada de la II Guerra Mundial ahora tiene la economía más grande de Europa. Más aun, según Gallup “la imagen de EEUU comenzó la nueva década en una posición más débil en la mayoría de los aspectos que en los dos gobiernos anteriores”. Uno demócrata y el otro republicano, aclaro.
Bolivia no quedó al margen de tales burreras. Se puso de moda el dióxido de cloro. Las filas sin la distancia social recomendada dificultaban conseguir la hidroxicloroquina, en auge en iglesias evangélicas de Brasil y buena para la malaria, el lupus, el coronavirus. Además, tal vez, para el cáncer, la diarrea y el dolor de muelas. Voceros de la Central Aymara de Curanderos, Adivinadores, y Chamanes de Chacaltaya (Cacacha) la proponen para el Cóndor de los Andes, bañado en oro de Corocoro.
Un reverbero de la Covid-19 es un reordenamiento mundial. Europa mira al sur, a África, que otrora fuera objeto de sus excesos coloniales. Rusia mira a Europa con su flujo de gas natural. China flexiona músculos planetarios con el comercio y sus reservas monetarias. EEUU sigue empantanado en el Medio Oriente, donde sus reservas petroleras chocan con el nacionalismo árabe y el fundamentalismo islamista. El racismo del presidente ególatra contradice el “América para los americanos” de la Doctrina Monroe, que también daña a los afroamericanos y a otras minorías.
Si no fuera que las chambonadas con el coronavirus imponen un reordenamiento de prioridades que llevan hombres y recursos a regiones contestatarias de sus metidas de pata, quizá el muro de Trump sería una coyuntura para que México y sus migrantes “morenitos” asuman el control del “patio trasero” estadounidense en América Central. Ya casi tienen el control de las narices gringas.
En el nuevo aislacionismo que balbucea Trump, ¿dónde queda una Bolivia pobre y mal gobernada? Seguirá en la órbita estadounidense, no como nodo energético del continente ni “país de contactos”, por mucho que demagogos hayan forzado estrechos nexos con “poderosas” potencias como Cuba, Venezuela y Nicaragua, y que un impostor haya llegado a postular que en 20 años igualaríamos a Suiza. Argentina mirará a la Europa de sus ancestros; Colombia ha optado por depender del norte porque le conviene. Chile y Perú continuarán jugando pelota quemada con Bolivia. Brasil, un país continente, sigue con la aspiración geopolítica de ser émulo de EEUU, tal vez ya no desde el Foro de Sao Paulo, pero entre engrosar filas de país tapón, prefiero la Finlandia comerciando con Rusia.
Saqué del desván mi bola de cristal y recurrí a mi viejo oficio de pitoniso. Vaticiné que Trump ganará la reelección si es que su país desarrolla la vacuna contra la Covid-19 antes de noviembre. Los rusos hasta nombre ya le pusieron: “Sputnikvodknobyl”; los ingleses, “Oxforeinaliz”; los brasileños, “Sambarasgabol”. La Cacacha encargó a la Agencia Espacial Boliviana (rival de la NASA) un polvo insuflado por la nariz, el “Cocaichapevol” que, si no cura, hace “evolar”. Por 150 Bs, en el Chapare venden un escapulario japonés de dióxido de cloro, coca machucada, y oración a San Evo por si aca.
El autor es antropólogo, win1943@gmail.com
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO