Urenda y Tórrez o la dignidad política
Paradigma de dignidad y amor por Bolivia. Dos seres paralelos con la misma profesión y destino. Enaltecen al ser boliviano y se enmarcan como los héroes de hoy, que se ofrendan en el amor a sus semejantes y destellan en el firmamento del servicio a la comunidad con brillo propio.
Muy a menudo escuchamos adjetivos de oprobio en contra de los políticos, tendencia a generalizar y condenar a todos por unos cuantos que hacen mal uso de la ciencia de gobernar para enriquecerse o lucrar en beneficio de grupos o partidos enriquecidos o maleados por el uso del poder. No sabemos distinguir a unos de otros. Cierto, la clase política es cuestionada más allá de la crisis pandémica o del descalabro financiero que se avecina, abrumada por el desafecto instaurado en la nación durante los 14 años del drama social que ha provocado, entre otros males, la desatención al tema salud, lo que se destapa cuando la cuarentena reclama personal, hospitales, equipamiento, medicinas para paliar el aumento cotidiano de las infecciones o atender las muertes ya incontables del virus criminal.
De los miles de ciudadanos salvados del coronavirus merced a su sabiduría, la entrega de Óscar Urenda y Roberto Tórrez, resulta el testimonio de su conducta personal. Pudieron ponerse a salvo, recursos no faltaron, eligieron en cambio el servicio colectivo sustentado por el juramento hipocrático y el compromiso político de activa militancia que jamás mermó en sus historias de vida.
La elección de personas honradas, con experiencia profesional, buenos gestores capaces de sobreponer el interés humano a la consigna partidaria, privilegió a Santa Cruz con este presente divino de médicos y enfermeras que se inmolaron, se inmolan a diario en clínicas y hospitales donde acogen a los miles de ciudadanos víctimas del coronavirus. Allí están ellos, como Urenda y Tórrez siempre vigilantes de día y de noche, vigías permanentes de la salud colectiva. Ellos vivieron, viven una democracia que se precia de aprender de sus errores. Dignidad, ética y buen ejemplo, cuando los políticos se someten dóciles al mandato redoblando esfuerzo y compromiso.
Quién puede negar que hemos tenido grandes estadistas dignos, honestos, de ellos no se conocen excesos, ni negociados, ni de haberse enriquecido a costa del Tesoro. Entre los más ejemplares, sin ápice de pecados cívicos están Óscar Urenda y Roberto Tórrez a quienes rendimos homenaje de gratitud y admiración por su humanismo y bolivianidad.
El autor es periodista
Columnas de MAURICIO AIRA