¡Bolivia, bajo ataque terrorista!
Hoy, día en que esta Bolivia todavía abigarrada, contradictoria, esperanzada (ora), melancólica y conflictiva cumple 195 años de su fundación, me rondan, cual sueño pesado, consideraciones cotidianas que, sin ser mal agüeras, vislumbran reflexiones y necesidades de saber hacia dónde se conduce este país o, cuando menos, interrogantes sobre los caminos que anduvimos y la posibilidad de haber conseguido transformaciones sociales, políticas y democráticas.
“Cuando soñamos que soñamos está próximo el despertar”, dice Novalis. ¿Es un augurio celestial o una advertencia aterradoramente terrenal? Me quedo con lo terrenal, porque mis esperanzas y deseos para esta Bolivia –que siempre me arrulló en sueño liviano– fueron y serán anhelos claros; vislumbrar logros importantes que me hicieran sentir orgulloso de los que gobiernan.
Pero casi siempre las respuestas precarias e inservibles a nuestras preguntas son corregidas por el tiempo, no desvirtúan, desvelan, revelan, desenmascaran al impostor y, con él, a su verdadera ambición, entonces, evocando a Octavio Paz, es cuando “me parece reveladora la insistencia con que en ciertos períodos los pueblos se vuelven sobre sí mismos y se interrogan. Despertar a la historia significa adquirir conciencia de nuestra singularidad, momento de reposo reflexivo antes de entregarnos al hacer”.
Y el hacer tiene mucho que ver con el cuestionar, inquietar e incidir sobre los que creyeron que podían apropiarse de un país y, por ende, de las conciencias de sus ciudadanos. Interrogar es hacer recular a la bestia. Es pedir cuentas de lo que se hizo y se hace, es una prueba irrefutable de que a los pueblos no se los puede adormecer eternamente.
Hoy, más que nunca, los bolivianos que defendemos la democracia, las libertades y la institucionalidad debemos reflexionar sobre lo que nos tocó vivir y el futuro inmediato que auguramos. La patria está amenazada y sitiada por un terrorismo evidente.
No había sido suficiente con sacar a la bestia de su cueva, el cáncer del fugado hizo metástasis en sus huestes que hoy, una vez más, atentan criminalmente contra la dignidad y la libertad de la patria.
La miseria humana del masismo, comandada por la mente enferma del huido y sus exelites de poder, todavía ejerce un terrorismo flagrante e inaceptable. Dinamitazos, incendios, atentados, agresiones, bloqueos, impedimento a cisternas transportando oxígeno. Ese es el verdadero rostro del que gobernó14 años. El dictador salió, pero su régimen de terror aún opera en plena emergencia sanitaria.
Y es lógico pensar que, después de su larga dictadura, sus sectores sociales estén dispuestos a todo, incluso a morir, para que Alí Babá retorne a la cueva.
Para el fugado, este es el momento exacto de cobrar favores: la COB, al servicio del evomasismo, sectores sociales subversivos convertidos en células criminales, la banda Mad Max criolla de K’ara K’ara, la Asamblea, al mejor estilo de Herri Batasuna, operando como brazo político de un personaje grotesco.
¡La patria está bajo terrorismo! La pasividad y permisividad de este Gobierno transitorio me espanta. No quiero pensar en una funcionalidad subyacente o, cuando menos, indirecta. Aún considero que, con la ley en la mano, debe tomar medidas de acción con urgencia. La incontinencia verbal de Murillo atiza más los incendios criminales del masismo, la descoordinación y la ineficacia, en varios frentes, es patética. En territorio conflictivo y en gobierno caótico, el evomasismo tiene doctorado mundial. ¡La vendetta de la mafia no perdona!
Actúe Presidenta, gobierne con determinación y autoridad. El país está bajo ataque y en peligro inminente. A estas alturas de su administración transitoria, debe admitir que su candidatura a la presidencia fue un error. Su renuncia, podría desactivar varios frentes de disputa; no puede ser juez y parte en un escenario en el que se requiere su completa imparcialidad. Deje sin efecto su candidatura, hágalo en nombre de la libertad y en pos de desentrampar su Gobierno. La historia sabrá reconocer su voluntad y su amor incondicional por Bolivia.
Concentre su atención y empeño en este corto período que le resta. La necesidad de defender la institucionalidad democrática la exige y la obliga a anteponer la patria a su candidatura.
En este país de paradojas, el ciudadano se siente atrapado entre la luz y la oscuridad, “oscila entre poderes y fuerzas contrarias, ojos petrificados, bocas que devoran”. ¿Unas a otras? ¡Se desconocen! ¡Se ofenden! ¡Se desdicen! ¡Se condenan! Esta Bolivia, que aún sufre su tiempo histórico de falsos procesos de cambio, todavía no es capaz de procesar un cambio de mentalidad y de acción. Apenas, en pos de la modernidad, se mueve entre un pasado oscuro que no atisba el presente ni sospecha la existencia de un porvenir, y se resigna a vivir petrificada, inmutable, esperando que el tiempo, su tiempo, vuelva a votar dádivas.
El presente exige capacidad, voluntad y liderazgo netos, la primera, para asumir con responsabilidad el desempeño y las exigencias de una realidad cada vez más acelerada, la segunda, para ejercer con ética y espíritu democráticos los desafíos del presente y los logros del mañana, el tercero para conducir a una patria construida, sin oblicuidades, preferencias políticas, resentimientos antropológicos ni culturales, no a imagen y semejanza del mandamás, sino a la de un pueblo forjador de su propia historia que tiene el derecho a vivir en armonía y en un Estado de bienestar.
A 195 años de vida todavía la patria sueña, balbucea, mendiga futuro y democracia consolidada.
La historia de Bolivia es la del hombre que busca restaurar sus alas de libertad, amputadas, yo creo, en la conquista, en la Independencia, en las sucesivas dictaduras o en los 14 años de un gobierno podrido, corrupto y criminal que cercenó la dignidad y la ética de gran parte de sus ciudadanos.
Y aún nos debemos cuestionar sobre nuestro derecho a ser lo que queremos ser y cómo llegaremos a lo que deseamos, y no lo que nos impongan, esa debe ser una constante intransferible que no puede volver a cruzarse en nuestra historia como un cometa de jade, que de vez en cuando relampaguea esperanza.
El autor es comunicador social
Columnas de RUDDY ORELLANA V.