La peor parte
Pierre Bourdieu, uno de los grandes sociólogos y autor de La dominación masculina, hace un exquisito análisis del funcionamiento de ésta a partir de lo simbólico. Y efectivamente, las mujeres somos por lo menos la mitad de la población mundial, pese a ello, una de las dominaciones más lacerantes y extendida que sufrimos en el planeta es la dominación masculina. Justo en élla se puede encontrar el más claro ejemplo de diferenciación y jerarquización arbitraria entre seres humanos, por el mero hecho de tener un aparato sexual determinado: unos tienen pene, otras, vagina.
Por supuesto que existen mecanismos históricos de la naturalización y eternización de las estructuras de la división sexual en todo ámbito. Y en esto, lo simbólico juega un papel fundamental, puesto que hace que la dominación sea sutil, que el sujeto dominado, no se dé cuenta, avale, y asienta el ejercicio de poder; solo así aquella tiene éxito. De tal manera, no nos es extraño escuchar “son las mismas mujeres las más machistas, y las que se dejan” o “las mujeres mismas, madres, son las que crían a los machistas, y son cómplices de un sistema inequitativo, abusivo, que ellas mismas reproducen”, etc.
Producto de esta diferenciación sexual y de género, las mujeres, en distintos espacios, nos llevamos la peor parte. Lo que llama la atención de la sociedad boliviana es la aceptación normalizada y adormecida de determinados hechos en los que se denigra de manera flagrante a las mujeres.
No es marginal que, en época político-electoral, se difundan videos, imágenes obscenas de la vida sexual e íntima de mujeres políticas, y ellas sean el blanco de la arremetida machista, por su condición de ser mujer. Lo hicieron con la actual presidenta del país y, recientemente, con la del Senado, Eva Copa de quienes mellaron su dignidad como personas. De la manera más chapucera y cobarde, nunca salen los rostros de los hombres, a quienes se los protege, mientras que a ellas se les lacera su imagen, siempre se llevan la peor parte.
Tanto Jeanine Áñez como Eva Copa, desempeñan funciones públicas, lo correcto es cuestionarlas por su accionar político, por la gestión y administración del Estado, su vida privada es muy de ellas y no le interesa a nadie más que a ellas. Pero el ejercicio de la política es de lo más vulgar, y no puede faltar la incitación al morbo mediante la utilización de imágenes sexuales, como anzuelo en una sociedad de doble moral.
A ambas, se las juzga, se opina sobre sus cuerpos y lo que hacen con ellos. No obstante, la agresión no queda ahí, sino que por su vida sexual se las juzga de “putas”, adjetivo utilizado por la sociedad para describir a una mujer que hace lo mismo que un hombre promedio. Qué se puede esperar de una sociedad misógina, hipócrita, conservadora y patriarcal como la nuestra, más que la estigmatización de las mujeres, siempre en ellas recae la peor parte.
En 2016, semanas antes del referéndum, fue Gabriela Zapata quien salió al ruedo, y se conoce todos los pormenores. Para que nos quede claro como son las cosas, en la actualidad ella se encuentra en la cárcel por determinados delitos cometidos en el contexto de una relación íntima con Evo Morales. Ella fue víctima de estupro, pero él sigue libre; la investigada, estigmatizada y sancionada es ella. Zapata se llevó la peor parte.
Con el mismo talante, en la actual época preelectoral, nuevamente el morbo hizo de las suyas. Días atrás, se viralizaron fotos e imágenes de Evo Morales, con una adolescente y, claramente, la intención es sostener que tuvo una relación de pareja con una menor de edad. Las imágenes estaban destinadas a manchar la imagen del exmandatario acusándolo de pedofilia, un delito por de más grave.
Sin embargo, claro está que a quienes difunden las imágenes poco les importa el hecho mismo, ni la adolescente, pues no existe ningún mecanismo que la proteja a ella siendo menor de edad. Es una manera vil de mellar su integridad como persona. En este caso, no solo no se protege a la menor, sino que a nadie le causa indignación que un hombre mayor pueda tener una relación de pareja con una adolescente. De manera cruel y reiterada la dominación masculina se hace patente y descarnada. Ella, la menor, se lleva la peor parte.
Somos las mujeres, ellas, ahora mujeres públicas, cuyas vidas privadas son de todos, y que siempre se llevan la peor parte.
La autora es socióloga y antropóloga
Columnas de GABRIELA CANEDO VÁSQUEZ