Mercedes
Se dice que tenía el mismo carácter de Úrsula Iguarán, uno de los personajes más entrañables de la novela Cien años de soledad. La apodaban “La Gaba” y era considerada la musa del escritor Gabriel García Márquez. Mercedes Barcha se fue, según los reportes, tranquila, seguro que con la misma levedad de Remedios “la bella” y manifestando el deseo de ser enterrada junto a su esposo, en Cartagena, en el Claustro de La Merced.
Estirpe de mujeres que son ese espacio vasto donde las batallas se enfrentan con serenidad y entereza. Es de conocimiento general que Barcha, era una roca frente a los problemas económicos del hogar, el escritor Gustavo Tatis Guerra refiere que “En los momentos más difíciles de la vida de ellos, en el sentido económico, Mercedes siempre confió en que él, gracias a su literatura, iba a salir adelante”. Según contaba el escritor, al finalizar Cien años de soledad, se dirigieron a la oficina de correos para enviar el escrito a la editorial Sudamericana en Buenos Aires, al pesar el manuscrito de 500 páginas descubrieron que sólo tenían dinero suficiente para enviar la mitad. Tuvieron que recontar el dinero y por error mandaron la segunda parte. Subsanaron el equívoco de envío vendiendo cosas de su casa.
Si retrocedemos con pasos de cangrejo, el realismo mágico signó el encuentro de esta pareja, una a la que temporalmente la muerte separó, ellos se conocieron en 1932, y se cuenta que desde el primer momento él supo que sería el amor de su vida y además su esposa y mucho más allá de eso, la compañera total. Algo que ahora podría asumirse como un ideal o un concepto retro que no tiene cabida en un mundo donde se preconiza sin cesar el individualismo y lo condicional de los afectos.
Observo la foto de una Mercedes adulta en los portales que honran una vida de viajes, caminos y deslumbramientos. Familiares cercanos afirman que era un mujer silenciosa y firme en sus convicciones, además de una plácida testigo de los devaneos del mundo literario en los que su esposo deambulaba. Si alguien encarna a Úrsula es ella, que nació en Magangué el 6 de noviembre de 1932 y que conoció a Márquez durante un baile, cuando él tenía 13 años y ella nueve. Un amor de esos que tenían el sino de lo épico, que entran a la historia como amores memorables, que nos recuerdan que pese a la volatilidad que nos presenta la vida moderna, están los que escapan de la regla y son un camino vasto que no se bifurca.
En este sentido, desde esta columna se despide a la gran Mercedes Barcha, y se retoman las palabras de su compañero de vida que manifestó en la revista argentina Crisis: "Mi signo es Piscis y mi mujer, mi esposa, es Mercedes. Estas son las dos cosas más importantes que han sucedido en mi vida, porque gracias a ellas, por lo menos hasta el momento, he conseguido sobrevivir escribiendo".
La autora es escritora
Columnas de CECILIA ROMERO