La educación después del diluvio
Me faltaría espacio para realizar la prueba con el artículo completo. Apelo entonces a la comprensión del lector y hacer la comparación a medias. Se trata de escribir “Bolivia” en vez del país aludido en un comentario, mostrando cuán parecidos son los dos así fueran separados por mares y mejores gobernantes, entre otras cosas. El diluvio es, por supuesto, el coronavirus.
Empezaría por plagiar una reflexión como “El país donde los platilleros son más importantes que las escuelas”. Es alusión a Evo Morales, aunque novedoso sería que Donald Trump fuera destaque da escola de samba “Os Demagogos da Favela”, pero no tiene las pechugas, su trasero es muy blanco, es obeso y petacudo; el golf semanal no lo ayuda.
¿Cómo será la apertura de clases escolares cuando termine la pandemia? Lo seguro es que regirá más de lo mismo. Predominarán los paros y los escolares seguirán tan burros como siempre. “Atrás quedarán meses desaprovechados, advertencias ignoradas y planes por hacer. La falta de previsión que ha sumido en el desconcierto la reapertura de las escuelas es parte de una gestión lastrada por la opacidad, la falta de datos confiables, la inconsistencia y la lentitud de reacción por parte del Gobierno.
La pandemia ha desnudado un modelo escaso de medios, con un profesorado mal pagado y desmotivado por planes de estudio anclados en siglos pasados y una creciente desigualdad que permite a las familias con recursos eludir las carencias del sistema con apoyo extraescolar, enseñanza privada y cursos en el extranjero para sus hijos. Padres, profesores y alumnos desesperan con razón ante los cambios continuos que se producen cada vez que llega un nuevo gobierno, sin que ninguno de ellos afronte los verdaderos problemas.”
El advenimiento de 14 años del régimen autocrático de Evo Morales, so pretexto de realzar el pasado prehispánico, impuso la enseñanza de idiomas que quizá ayuden a que las vendedoras del mercado rebajen unos centavos a sus “caseras”. Nada para que los alumnos dominen el inglés (sin siquiera conocer la diferencia entre mandarín y cantonés), lean y comprendan una obra literaria, o tengan nociones mínimas de ciencia. No es sorpresa que los mestizos bolivianos tengan mayúsculas tasas de abandono escolar, sus universidades estén desconectadas del mercado laboral nacional en su mayoría y el país no tenga ninguna entre las 150 mejores del mundo.
“Bolivia necesita una revolución educativa, empezando por la formación, valoración y justa remuneración de los profesores en quienes confiamos la tarea de preparar a nuestros hijos. Su autoridad, mermada por una cultura de permisividad y excesivo consentimiento, debe ser restituida. La modernización de escuelas y universidades, aparte de medios, necesitará de una reformulación desde cero de los planes de estudio y los métodos de aprendizaje. Urge hacer sitio al pensamiento crítico, la creatividad, el debate racional, el civismo y las humanidades.” Añadiría la etnohistoria y la etnografía.
¡Sorpresa!, la nación que motiva tales lamentaciones no es Bolivia, sino España. Sí, la madre patria cuya agradecida mención en el himno departamental cruceño quería desconocer un miedoso (akssarasiri en aymara; kewua en quechua) renunciante que parece gobernar el país desde un entrometido país vecino.
Mario Vargas Llosa en su ensayo “La llamada de la Tribu”, esboza algunos lineamientos sobre la educación. Partiendo del precepto “profundamente liberal” de igualdad de oportunidades, ofrece “a todos los jóvenes un sistema educativo de alto nivel que asegure en cada generación un punto de partida común, que permita luego las legítimas diferencias de ingreso de acuerdo al talento, al esfuerzo y al servicio que cada ciudadano presta a la comunidad. En el mundo de la educación –escolar, técnica y universitaria– es donde más injusto es el privilegio, es decir, favorecer con una formación de alto nivel a ciertos jóvenes, condenando a los otros a una educación somera o ineficiente que los conduce a un futuro limitado, al fracaso o a la mera supervivencia”. O a optar por un deformado ejercicio de la política, que es politiquería basada en la adulación y el leguleyismo, digo yo.
Por eso, con amargura recuerdo un periodo en que ejercí de docente en la Facultad de Agronomía de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS). Enseñaba Sociología Rural y estaba munido de los últimos avances en técnicas de evaluación: me laceraba percibir el abismo entre muchachos de colegios urbanos y los llegados de zonas y pueblos rurales. Es probable que hoy ni yo mismo navegue feliz entre mis preguntas, pero seguro estoy de que parte esencial de una reforma educativa será desmanchar la mano de barniz trotskista y socialista deformado que todavía asecha en la educación pública boliviana.
El autor es antropólogo, win1943@gmail.com
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