Que sea pato o gallareta
Estaba indeciso. Podía escribir sobre el rebrote de coronavirus en Europa. ¿Qué tal la desconfianza de Donald Trump sobre el voto por correo, que tal vez proviene del miedo a perder? Podría intentar ser de servicio público, alertando de que el inodoro sin desinfectar, trono desde el que pujo correos diarios a Buenos Aires, también es fuente de contagio de la Covid-19.
Entonces me zarandeó la noticia del alijo de “126.538 proyectiles, 287 armas y 1.514 cartuchos de dinamita”, que no eran para matar jucumaris ni pescar peces agonizantes, aparte de que 1.279.000 billetes eran muchos para una farra con “ñatitas”, atribuido a militantes de Evo Morales. ¿Será que ahora las manifestaciones enfrentarán petardos contra balas? ¿Reemplazarán las piedras por el plomo? Tales indicios parecen apuntar esa probabilidad. Si Trump en EEUU socapa asesinatos violentos de sus allegados, no sería raro que los fanáticos del MAS, enervados por supuesto racismo en contra de los “originarios”, apelarán a las balas para convencer a la gente de que pedófilos, mandamases abusivos y corruptos son preferibles para gobernar Bolivia.
La Ctera no es algún planeta de la fantasía de mi nietito. Es la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina, desde cuyas instalaciones Evo Morales atiende diversos asuntos, incluidos los del Estado Plurinacional de Bolivia y otros que parecen quitarle el sueño. Como su pesadilla recurrente del asesino contratado para llevarlo al cementerio; quizá era una mala digestión de ñoquis a la Maradona, que incluye un suculento bife de chorizo. De todas formas, me dio mala espina, yo que acababa de enviar una ensoñación sobre la educación en el país. Falta nomás que conspirase desde la Casa Rosada.
Ya van seis meses de la “gripita bolsonaruda”, nombre científico de origen brasileño, y no se avizora el fin de la pandemia. Lo único rescatable de la pulseta de científicos y su prorroguista presidente en EEUU es que tal vez corren apuestas en La Vegas. Las probabilidades pagan desde 100 a uno por la vacuna estadounidense sin pruebas y antes de noviembre, descendiendo puntos de a poco por la inglesa, la china, la rusa, la cubana, etc., hasta la carioca que quizá requiere sacudir el esqueleto en el sambódromo. Bueno, siempre está la “inmunidad de rebaño”, tal vez propuesta por un expastor de ovejas, que aumentaría un par de millones de gringos más a los 200.000 ya fallecidos.
Han pasado casi 20 años desde que toco mi tambor alertando de posible guerra civil en el país. Pareciera que se ha devaluado la negociación como recurso para lograr el consenso, tal vez porque los gobiernos “compran” a los dirigentes sociales. En este país casi ingobernable, tal situación degenera en enfrentamientos que llevan a transitar por la cornisa de la contienda civil. Bolivia llega hasta el borde del abismo, y luego, ¡santa naturaleza!, se da un paso atrás.
Mucha energía nacional se dilapida en periódicos brotes de trágicas protestas disfrazadas de reclamos sobre esto o aquello. Piénsese en los recursos económicos tirados a la basura. Entiéndase que cuestan plata las huelgas, bloqueos y manifestaciones con multa a los ausentes. Las protestas públicas significan atrasos, cuando no ausencias, de los puestos de trabajo. Los trámites burocráticos se amontonarán en las mesas de burócratas estatales cebados con corruptos “timbres de aceleración”. En país sin mar, las filas de camiones llevando productos de exportación a puertos ajenos acarrean multas a empresas con plazos de entrega. Ni hablar del resentimiento de familiares de ancianas “boqueando” como pez fuera del agua por falta de oxígeno. ¿Compensarán las alforjas del autócrata las cosechas podridas?
La depresión ansiosa en Bolivia sobre el coronavirus y los nubarrones de guerra civil están reforzando mi criterio de que tal vez mejor sería “que sea pato o gallareta”. Suficiente para los ancianos con ser del grupo de riesgo de la Covid-19 y las zancadillas que pone la vejez para aguantar los sobresaltos de eterna crisis política, y amenazas de “hasta las últimas consecuencias”.
Claro, el “viejo ‘e mierda”, pensará una fémina, otros serán los que pongan el pecho a las balas. Pero soy tozudo, ¿o cojudo?, recomendando a algún amigo “fisicudo” en Santa Cruz que ayude al pobrecito “loco” Percy a hurgar nalgas mujeriles y dejarse de mariconadas. Cuidado que como en algún país del Medio Oriente, terminemos con misterioso cadáver de un “blancoide” envenenado con bala adentro, o algún “cabellitos de ángel” cocalero con su pelo rizado “afro” por algún dinamitazo.
El autor es antropólogo, win1943@gmail.com
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO