Cómo te amo Cochabamba
El clima es tibio, el cielo empieza a pintarse de naranja y resplandecen las flores de esta ciudad, y es la misma ciudad la que me dice cómo comenzar a escribir este artículo en honor al lugar más maravilloso del mundo. No es una potencia mundial, ni está entre las 10 ciudades más visitadas, pero es mi tierra, mi hogar; lo suficiente para ser especial para muchos de nosotros.
Como buenos cochalas, cada día renegamos por la basura, el paisano envidioso, la trancadera; pero hoy nos damos un descansito. Haremos eso, miremos a nuestro alrededor y redescubramos las miles de bondades que Cochabamba tiene para ofrecernos.
No dudo de que una de sus delicias es el clima. Ahora se volvió más caliente y seco, pero aun así todos disfrutamos de ponernos ropa ligera y salir a pasear un domingo de sol que es radiante todo el año, pero para no ser presumidos decidimos decir que eso ocurre en septiembre.
Cuántos enamorados no se sentaron bajo un jacarandá a expresar su cariño o tallar en su corteza la prueba de su amor. Otros se deleitan en la sombra de un molle para leer o escribir.
No somos la ciudad jardín que éramos, pero cada vez que me siento bajo un molle siento el aroma de la tranquilidad. Me recuerda mi niñez, el colegio donde estudié, el Irlandés, tenía un enorme molle bajo donde pasé jugando o charlando varias horas de mi vida.
Muchas veces saqué algunas hojas y su olor particular no se desprendía de mi piel. Sus pequeñas flores amarillas bajaban a jugar con mi pelo y enredarse en él. Son recuerdos que están grabados en mi corazón cochala. Ojalá podamos recuperar nuestras áreas verdes y valorarlas más, dejar de talar árboles para poner en su lugar mamotretos de cemento que sólo aumentan el calor.
Pero Cochabamba no sólo es su clima o gastronomía, de lo que siempre nos enorgullecemos, sino también es historia. “El Alto Perú será libre, porque Cochabamba lo quiere”, proclamó el editorial de la Gazeta de Buenos Aires, hace 210 años.
Qué valientes somos los cochalas sin importar el género o la edad. Lo demostraron las Heroínas de la Coronilla, cuya líder no necesitó sus ojos para guiar a un grupo de cochabambinos con el corazón palpitante por defender su tierra.
Siento un orgullo enorme cada vez que menciono a Adela Zamudio como una hermana valluna. Pensar que sus letras fueron parte de mi inspiración para dedicarme a escribir y su fuerza feminista me recuerda el valor de la mujer cochabambina. Ojalá algún día tenga una pizca de su arte entre mis dedos.
Cochabamba no es una ciudad de altos edificios y gente corriendo por las calles como Madrid o Nueva York. Nuestra esencia está en esos aires entre citadinos y pueblerinos que tenemos. Aún permanecen algunas casas que evocan a esas familias cochabambinas que sacaban sus sillas a las puertas para charlar de la coyuntura, o simplemente chismear; y es que el clima y esa sensación de ciudad pequeña lo permitían.
Pero Cochabamba no es sólo la ciudad o el eje metropolitano, tiene tanto por explotar como departamento. Cuántos no nos dimos una escapada para disfrutar de la calma de Corani o La Angostura y es que tenemos escrita una historia entorno a las lagunas, como dice nuestro nombre: Qhocha pampa: tierra de lagos.
El trópico y sus hermosos paisajes llaman a muchos turistas que no dudan en emprender el viaje para recorrer estos municipios. La belleza paisajista del Cono Sur tampoco puede quedar relegada y es que si de biodiversidad se trata, Cochabamba tiene muchísima.
Y no puedo hablar de Cochabamba sin mencionar a Wilstermann. Mi corazón rojo y azul recuerda esos domingos en el estadio. Cuántos de nosotros no conocimos el olor del fútbol de la mano de nuestros padres. Sí, el fútbol tiene aroma.
Mi papá me llevaba de niña con mi gorro rojo y azul a la General. Me compraba algodón de azúcar mientras me explicaba las reglas y cuando marcaba un gol, el estadio se levantaba y podía sentir mi corazón palpitar con fuerza.
La última vez que fui al estadio fue el día de mi cumpleaños y mi equipo me regaló una victoria en Libertadores con tres goles anotados. Mañana juegan y aunque no pueda ir al estadio, no dejaré de alentar como buena cochala wilstermannista.
Y cómo olvidar el sabroso néctar del valle, cuántos cochalas no pasamos unas buenas horas riendo en compañía de la chicha o la garapiña. Su potencial agrícola expresado a través del maíz fermentado hecho bebida. Un k'aj por ello.
Veamos alrededor, volvamos a enamorarnos de Cochabamba y luchemos por ella con la valentía de las Heroínas de la Coronilla. Como te amo, Cochabamba; felicidades a todos los que vivimos en esta tierra bendita, a trabajar por ella.
La autora es periodista
Columnas de LORENA AMURRIO MONTES