Cochabamba, historia y presente
Hace 210 años, en un día como hoy, el 14 de septiembre de 1810, Cochabamba se sumaba al proceso iniciado un año antes, el 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca, primero, y el 16 de julio en La Paz, después, lo que marcó el inicio de 15 largos años de una guerra que culminó el 6 de agosto de 1825 con la constitución de la República de Bolivia.
En ese entonces, como todavía ocurre ahora, los cochabambinos que nos antecedieron tuvieron muchas dificultades para ponerse de acuerdo sobre el camino a seguir, sobre la mejor manera de actuar ante los desafíos de su tiempo. Eso, porque a los naturales motivos de divergencia y contraposición de intereses propios de toda sociedad humana, el desmoronamiento del régimen colonial español –precipitado por la invasión de Napoleón a España– trajo consigo una ola de confusión. Nadie sabía con certeza qué hacer ante los sorprendentes acontecimientos; a quién debía su lealtad y a quién no. Y en medio de tales circunstancias, la violencia se desencadenó bajo la forma de una guerra civil que sólo años después adquiriría la forma de una campaña independentista.
No debe haber sido nada fácil para los cochabambinos de aquel entonces definir el rumbo a seguir, a quién apoyar, al lado de quién o contra quién combatir. No es justo, por ello, pretender juzgar sus actos a la luz de criterios actuales y menos aún si después de los dos siglos y una década transcurridos todavía no somos capaces de lidiar con nuestras discrepancias, nuestras dudas, nuestros conflictos de intereses, como lo demuestran las dificultades que enfrentamos hoy, agravadas por la pandemia y la conducta de autoridades cuestionadas por sus cuestionables actos y su desprestigio.
Por eso, volver la mirada hacia cuanto ocurrió hace 210 años con humildad y acercarnos con una actitud respetuosa y comprensiva a los personajes que forjaron nuestra historia es lo mejor que podemos hacer.
Al recordar nuestro pasado y a quienes nos antecedieron, veremos que Cochabamba fue siempre, como sigue siendo hoy, un punto de encuentro más que uno de distanciamientos. Es el centro donde, así como se unen las diferentes zonas geográficas de nuestro país, se atenúan también las discrepancias políticas e ideológicas. Somos un departamento bisagra que, en la medida en que nos asumamos como tal, ayudará a fortalecer la hoy debilitada unidad nacional.
Así, pues, recordar, reforzar y enriquecer esas características que nos llegan desde los orígenes de nuestra historia es el mayor reto que tenemos los habitantes de este valle mágico y conflictivo.