Celebrando los 75 años de las Naciones Unidas
NUEVA YORK – En el momento en que la ONU celebra su 75º aniversario, el mundo se encuentra en un estado de confusión. La pandemia de Covid-19 ha provocado hasta ahora casi un millón de muertes y está lejos de haber sido contenida. La economía mundial experimenta su peor recesión desde la Gran Depresión de los años 1930. Los graves desastres naturales, desde inundaciones hasta incendios forestales, causan estragos en muchos países. Y EEUU, durante mucho tiempo el principal defensor de la cooperación multilateral, la rechaza e incluso antagoniza a sus amigos y socios. La ONU, y la creencia en la solidaridad global que encarna, nunca han sido más esenciales.
La ONU se construyó sobre tres pilares. El primero fue la paz. Su objetivo primordial fue tener éxito donde su predecesora, la Sociedad de Naciones, había fracasado: evitar otra guerra mundial. Establecida en los albores de la Guerra Fría, la ONU se convirtió en un foro esencial para el diálogo; desde la caída del Muro de Berlín, ha desempeñado un papel importante en la consolidación de la paz en varios países.
El segundo pilar fueron los derechos humanos. En 1948, la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que estableció, por primera vez, los derechos fundamentales, incluidos los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, que todos los países estaban obligados a defender. Aunque los mecanismos creados por la ONU para protegerlos tienen un historial variable, no hay duda de que la Declaración fue un hito que colocó a los DDHH como una prioridad internacional.
El tercer pilar fue el desarrollo. Según la Carta de la ONU, los países miembros están comprometidos a “promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad”. La agenda de desarrollo también incluyó el objetivo de reducir las desigualdades entre los países, incluso mediante la descolonización, que también formó parte de la agenda posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Como elemento esencial de esa agenda, la ONU buscaba apoyar un sistema económico global más justo que permitiera el progreso de todos los países. A medida que avanzó el proceso de descolonización y un número creciente de países en desarrollo se hicieron miembros de la ONU, la organización se convirtió en el foro más importante del mundo para discutir y adoptar cambios en el orden económico mundial.
Posteriormente, la ONU amplió su enfoque para garantizar que los países en desarrollo tengan acceso al financiamiento que necesitan. La Conferencia Internacional sobre la Financiamiento para el Desarrollo de 2002, que se celebró en Monterrey, México, con el apoyo del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, fue un hito en este sentido. De manera similar, la ONU ha desempeñado un papel central en los debates sobre la financiación de los países en desarrollo para responder a la crisis de la Covid-19.
Pero el progreso económico representa solo una parte de la ecuación del desarrollo. Este reconocimiento surgió por primera vez en 1978, cuando la Organización Internacional del Trabajo publicó un estudio que definía las “necesidades básicas” de las personas en los países en desarrollo: alimentación, vestuario, vivienda, educación y transporte público. Esto allanó el camino para el concepto de “desarrollo humano” que el PNUD puso posteriormente en el centro de sus “Informes sobre desarrollo humano”.
Después de la caída del Muro de Berlín, una serie de conferencias mundiales ampliaron aún más la agenda de desarrollo humano. Por ejemplo, la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en 1995, adoptó la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, el modelo más progresista adoptado para promover los derechos de la mujer. En enero de 2011, se estableció una entidad especializada, ONU Mujeres, para promover estos objetivos.
ONU Mujeres es solo la más reciente de una densa red de agencias especializadas que refleja el compromiso de las Naciones Unidas con el desarrollo social. Estos incluyen a la Unesco, la OMS, Unicef y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). La OIT también se integró al sistema de las Naciones Unidas.
Otro nodo esencial de esta red es el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, establecido en la Conferencia de Estocolmo de 1972 sobre el Medio Ambiente Humano.
La ONU ha defendido un concepto amplio de “desarrollo sostenible”, que reconoce que un desarrollo adecuado a largo plazo debe tener en cuenta los aspectos económicos, sociales y ambientales.
La ONU sigue siendo una institución muy influyente. Aún más, encarna lo mejor de la humanidad: el reconocimiento de que la dignidad de las personas debe ser respetada y que trabajar juntos es la única forma de lograrlo. Setenta y cinco años después de su nacimiento, el mundo, comenzando por EEUU, debe revivir esa creencia y volver a comprometerse con el multilateralismo que encarna.
El autor fue secretario general adjunto de la ONU y ministro de finanzas de Colombia ©Project Syndicate y LOS TIEMPOS 1995-2020
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