Cocaína: El fin de la hipocresía
El 13 de enero pasado –entre gallos y media noche– y sin que ningún medio televisivo o escrito le diera la cobertura necesaria y en un acto sin precedentes la Administración Federal de Control de Drogas y Alimentos de EEUU (FDA) aprobó el uso oficial de cocaína (hidroclorhidrato) para tratar enfermedades nasales, practicar intervenciones quirúrgicas y hasta para tratamientos odontológicos.
El nombre comercial de la cocaína será Numbrino y esperemos, que, como pasó con la marihuana y la morfina (por sus grandes propiedades curativas) la prohibición y la penalización de la cocaína terminen y podamos reducir la violencia generada por los carteles y las mafias en todas las esferas de la sociedad.
Este falso prohibicionismo que corrompe y desangra nuestra región terminaría y quedarían afectados definitivamente los grandes intereses económicos de los narcos, los políticos corruptos y, claro algunos bancos que se benefician del lavado de dólares, tal como el FBI y la propia DEA han denunciado en marzo pasado.
El mismo día que la FDA aprobó el uso de la cocaína, el accionista mayor y administrador de la compañía que fabrica el Numbrino, Lannett Company, Tim Crew, difundió un comunicado que decía: “La FDA aprobó el uso de nuestra cocaína-HCI (HCI abreviación de hidroclorhidrato) incluidos todos nuestros ensayos clínicos lo que marca y abre una veta importante para nuestra empresa con más de 70 años de experiencia en el campo de la farmacología”.
Según Lannett, el Numbrino podrá ser utilizado como anestésico en adultos y en tratamientos debidamente controlados y bajo las regulaciones que impone la FDA. El Numbrino, según este organismo, es altamente adictivo y está catalogado como nivel II en la regulación de la DEA-FDA, pero muy por debajo de la heroína y otras drogas sintéticas.
El Numbrino podrá ser empleado en tratamientos odontológicos, pues como dijo el gerente de Lannett, “ya fue probado en cientos de pacientes experimentales y los resultados permiten decir que tiene un excelente potencial pues el nivel de contenido de cocaína es el adecuado 4 %/46 mlg”.
La política internacional de EEUU no la define su presidente, ni el Congreso; la definen las corporaciones que pagan millonarias “contribuciones” a toda la clase política a través de lobistas; quienes usan la coima millonaria para aprobar leyes que, en el caso de las armas y las drogas, generan beneficios económicos billonarios a estas corporaciones.
El fácil acceso a las armas, y fomentado consumo masivo de drogas legales adictivas hacen de la estadounidense una sociedad enferma, donde la violencia por el uso de armas y miles de muertos causadas por sobredosis por el abuso de drogas (heroína, calmantes fuertes) son una epidemia fuera de control, tal como el Centro de Control de Enfermedades (DCD por sus siglas en inglés) lo advirtió hace más de una década. Pero a la clase política y a las corporaciones no le interesa solucionar esos graves problemas sociales.
La hipocresía de la clase política estadounidense sobrepasa los límites; pues mientras América Latina se desangra por los efectos de la política impuesta desde el Departamento de Estado, decenas de senadores y representantes en el Congreso se benefician directamente con millonarios fondos que van directo a sus cuentas personales. La lista es larga, pero sobresalen los republicanos Ted Cruz, Marco Rubio, Paul Ryan, y el exsenador McCain.
Y cuando se trata de malas noticias siempre hay más. Resulta que el senador mas conservador y promotor de la políticas intervencionistas en Colombia, México, Perú y Bolivia y máximo representante de los senadores republicanos en el Congreso de EEUU, Mitch McConnell, no solo recibe fondos de los fabricantes de armas, si no que en octubre de 2014, uno de sus barcos cargueros (de copropiedad con su esposa) fue detenido por los guardacostas con un cargamento de cocaína cuyo valor superaba los siete millones de dólares; pero la prensa y la DEA se vieron obligados a callar para evitar el escándalo internacional.
El nivel de la hipocresía de los republicanos en este caso sobrepaso el imaginario de Hollywood, pues en su última campaña electoral McConnel incluso se hizo poleras con el rotulo “Haciendo dinero con la cocaína de Mitch” y hasta respondía su celular con “este es Mitch el cocainero”. Hasta que por sugerencia de sus colegas Cruz y Rubio suspendió esa forma de hacer campaña.
Antes de la pandemia causada de la Covid-19, USA ya vivía una epidemia que básicamente está fuera de control, pues diariamente mueren más de 165 personas por sobredosis y abuso de drogas principalmente Oxicodin, Fentanil y otros medicamentos que debían venderse únicamente con receta médica y control estricto de las autoridades.
Pero fue la misma DEA que, el 15 de octubre de 2017, mediante el jefe de la división de Control y Regulación para las Farmacéuticas, Joe Rannazzis quien denuncio al Washington Post que “los responsables de esta epidemia y muertes por sobredosis son las farmacéuticas, los hospitales, clínicas privadas y hasta médicos pues recetan de forma descontrolada e innecesaria drogas altamente adictivas. Hay una sobreproducción de estas drogas y la clase política socapa estas prácticas”, dijo esa autoridad a la prensa.
Esas declaraciones le costaron el cargo, pero luego Rannazzis fue invitado al prestigioso programa televisivo 60 Minutos ratificó sus denuncias y reveló que “la clase política, es permisiva y que los médicos recetaban medicamentos altamente adictivos a pacientes, principalmente niños y adolescentes, aunque no los requerían”.
Rannazzis denunció que muchos de sus agentes fueron obligados a no interferir y reducir los controles en la venta y distribución de estos medicamentos en zonas y poblaciones rurales donde ya registraban muertes por sobredosis a nivel epidémico.
Hasta hoy y después de casi medio siglo de repartir garrote sin zanahoria, EEUU trata de solucionar un problema de salud pública (a nivel epidémico) empleando “balas y garrote” imponiendo una agenda estéril en nuestra región. Solo Colombia y México han “aportado” a esta guerra más de 150 mil muertes violentas ligadas directamente a la narcoviolencia fomentada por estas corporaciones de armas y drogas.
Irónicamente los estudios clínicos de la empresa Lannett’s (como revela la FDA no dicen nada nuevo, pues desde hace más de un siglo científicos y médicos han venido haciendo grandes contribuciones en la investigación sobre las propiedades medicinales-terapéuticas de las hojas de coca. La historia de la marihuana y la heroína son similares, aunque desde hace más de 60 años son usadas con la anuencia del propio Departamento de Defensa de EEUU, para tratar a miles de soldados que retornan(ban) con traumas sicológicos de Corea, Vietnam, luego Irak, Afganistán, y ahora Siria.
Luego de décadas de mentiras y guerras sanguinarias entre carteles, Policía y ejércitos, finalmente la marihuana tiene gran aceptación en la comunidad científica y sus propiedades naturales son empleadas con receta (y sin ella) para tratar los efectos del cáncer, la depresión y por supuesto el uso recreacional amplio y seguro en casi 29 estados de EEUU.
Esta práctica abierta y realista –además propia de una sociedad liberal y sin prejuicios– permitió incrementar ingresos millonarios en condados y alcaldías en estados como Colorado, Washington-Seatlle, Oregón, Washington DC, y Maryland en varios billones de dólares, fondos que son empleados para mejorar la infraestructura escolar y hospitalaria.
Entre enero de 2018 y marzo de 2020 (por tres años consecutivos) Colombia incrementó su producción de cocaína y sus plantaciones de amapola, para procesar heroína, a niveles jamás registrados antes. El reporte oficial del 28 de junio del 2018 es contundente y según el Comité de Inteligencia de la Casa Blanca y la misma Oficina de la Política Nacional de Control sobre las Drogas (ONDCP por siglas en inglés) dice: “La administración Trump está preocupada por este inexplicable incremento en la producción de cocaína y el aumento descontrolado y alarmante de cultivos de coca y amapola, muy a pesar de la millonaria ayuda que EEUU entrega a este país”
Según el mismo reporte ‘la cocaína colombiana había retomado y superado los niveles de los años 1980; además, el consumo en EEUU se incrementó en más de un 81% desde 2013. El comunicado también apunta a que las muertes por sobredosis están relacionadas a la presencia masiva de cocaína y heroína colombianas.
La información que presenta la misma administración Trump, basada en los cinco últimos reportes de la CIA y la DEA, con imágenes satelitales, pone en evidencia de que quienes han producido y lucrado con el narcotráfico, en Colombia, han sido los grupos paramilitares ligados a los empresarios colombianos, que gozaban y hasta hoy gozan, de la protección especial del propio Ejército y la Policía de ese país.
Misha Glenny, periodista estrella del Washington Post y del New York Times, en su bien documentado libro McMafia, publicado en 2008, basado en datos oficiales de la CIA y la DEA revela detalles escalofriantes de las relaciones entre banqueros, políticos colombianos y empresarios estadounidenses ligados directamente a los narcotraficantes y a los paramilitares.
Además, Rodney Stich, en otro libro basado en entrevistas a exagentes de la CIA titulado Drogando América: un caballo de Troya, publicado en 1999, revela de que los narcovuelos fueron impulsados por la CIA ya en la era Reagan y que todas las aerolíneas comerciales de Sudamérica, incluida “nuestro” LAB tenían narco-pilotos bien entrenados para evadir radares y llevar cocaína directamente hasta Miami.
Mientras tanto, como diríamos en Cochabamba, 46 miligramos de cocaína, aprobada por la FDA y sacramentada por la comunidad de científicos mercenarios, son suficientes para darle un “jale’ y olvidarnos por un par de horas, al menos, de que nuestra clase política es tan podrida como la clase política estadounidense.
El autor es sociólogo, magíster en comunicación
Columnas de GUIDO ROBERTO PEREDO MONTAÑO