Recta final de una gestión transitoria compleja
Los últimos cuatro cambios en el Gabinete de la Presidenta transitoria, cuando quedan menos de tres meses para finalizar su mandato de sucesión constitucional en la jefatura del Estado, vuelven a evidenciar las dificultades que enfrentó y enfrenta Jeanine Áñez en una gestión cuyas complejas circunstancias estaban ausentes al momento de su inicio, el 12 de noviembre del año pasado.
En efecto, lo que parecía una misión clara: pacificar el país y encaminar el proceso para la realización de nuevas elecciones generales, comenzó bien pero se fue complicando a las pocas semanas de iniciada con el cambio sorpresivo de su Ministro de la Presidencia.
Esa primera remoción iniciaría una serie de cambios que, en 10 meses y 17 días condujeron a la designación de 34 personas diferentes a la cabeza de los diferentes ministerios, 20 hasta principios de junio, cuando los redujo a 17. Las modificaciones en su gabinete evidenciaban las dificultades de la Presidenta para consolidar un equipo estable y cohesionado en los niveles jerárquicos de la administración estatal.
A esas dificultades se sumaron los escándalos por irregularidades en la gestión de dos de las mayores empresas públicas: Entel y YPFP, esta última tuvo tres presidentes distintos en solo seis meses. El manejo de la administración del Estado fue complejo desde el principio de la gestión transitoria, debido la presencia numerosa –e imprescindible por su carácter especializado–de funcionarios afines al MAS en las instancias estatales, y se agravó debido a las ásperas relaciones con el Legislativo de mayoría masista y la llegada de la pandemia al país.
La emergencia sanitaria estalló en Bolivia pocas semanas después de que Jeanine Áñez decidiera ser candidata a la presidencia. A las críticas que provocó su candidatura se agregó el escándalo del sobreprecio en la compra de respiradores españoles, que estalló a el 20 de mayo, cuando ya se registraban otros 13 casos de supuesta corrupción en varias instancias del Gobierno.
Todo ello en un ambiente de incertidumbre marcado por la propagación del coronavirus, el colapso del sistema de salud, la crisis resultante de la contracción económica, nacional y mundial, provocada por las cuarentenas.
Luego vinieron los meses más terribles de la pandemia: junio, julio y agosto y los bloqueos ligados a la postergación de las elecciones. En septiembre el ritmo de los contagios comenzó a desacelerarse, Jeanine Áñez abandonó su candidatura y la alianza que la sustentaba se disolvió.
Ahora, como lo dijo al posesionar a tres de sus cuatro nuevos ministros, la Presidenta se encamina a “acabar (su) gestión dejando el terreno abonado para que el gobierno que venga, sea del color político que sea, se dedique a crear trabajo”.
