Capuozzo en la fase libertad
Durante los primeros meses de la pandemia de Covid-19 los gobiernos encerraron a las personas por una enfermedad que tiene una tasa de letalidad que no merecía semejante despropósito, así, gobernantes, políticos, policías, fiscales e intelectuales se encargaban de repetir lo mismo: “¡Quédate en casa!”.
También, se metieron al espectáculo actores, cantantes y comediantes que se mostraban en videos como un ejemplo: “¡yo me quedo en casa!”, así, las masas perdían el valor y aceptaban tan cruel destino, la histeria colectiva se apoderó de ellas mientras los censores de semejante escenario orwelliano se encargaban de acusar a sus vecinos, les criticaban por no usar barbijo, ni estar distanciados del prójimo en una suerte de mirar al otro como un leproso, nunca antes se vio un autoritarismo moralista lleno de asepsia y alcohol, los señoritos gritaban sus alaridos liberticidas cuando veían comerciantes vender en la calle: ¡horror de horrores!, ¡donde está la Policía!
Pero virólogos, neumólogos y científicos de fama mundial desaconsejaban el encierro, entre ellos: Pablo Goldschmidt, Neil Ferguson, Wolfgang Wodarg, Manuel Elkin, Nicolás Schiappacasse y Aníbal Vivaceta, quienes sostienen que el confinamiento masivo no hace más que agravar la situación sobre la salud emocional de las personas y los bolsillos de los pobres. Países como Suecia y Uruguay se aferraron a la inmunidad colectiva para mantener algo de libertad con resultados exitosos.
Los alarmistas estaban encubriendo aspectos de fondo que tienen que ver más con el estatismo, aquella enfermedad que los “cuarentenófilos” no rehúyen, se encerraba a las personas porque no existían suficientes hospitales, camas, ni respiradores, no había salas de cuidado intensivo; después de cinco, seis meses estábamos en la misma situación sólo que llenos de casos de corrupción, con apoyo internacional que no se sabe dónde terminó.
El 1 de abril de 2020 escribimos: El panadero no produce pan donde advertimos los efectos perjudiciales del encierro sobre la economía, tratamos el fracaso del precario sistema de salud estatal y recomendamos fomentar el privado de ahora en adelante, demostramos la falacia del falso dilema sobre vida y economía, no hay salud sin una economía sana, si un panadero no produce pan no podrá tener dinero para comprar medicina para su esposa.
El 29 de abril escribí: Controlavirus donde mostré de qué manera los burócratas perseguían a los ciudadanos honestos en una suerte de cacería de antisociales que cometían atentados contra la salud, siendo este delito parte de la teoría del delito de peligro concreto y no así el delito de peligro presunto o abstracto, es decir, para que alguien sea perseguido tiene que estar portando la enfermedad, pero de esta manera, hasta el día de hoy, se encarcelan parroquianos que transitan en sus vehículos o deciden beber con sus amigos, los policías son los que más se beneficiaron con estas leyes malas, hecha la ley hecha la trampa.
El 8 de junio de 2020 presentaba: La inconstitucionalidad de la cuarentena, donde demostraba que nunca se declaró “estado de excepción” mediante ley alguna, más bien se decretó: “estado de emergencia sanitaria” figura que no existe en el ordenamiento constitucional, incluso de declararse “estado de excepción” según el art. 137 de la CPE.: “no podrá en ningún caso suspender las garantías de los derechos, ni los derechos fundamentales, el derecho al debido proceso”.
Estas líneas las escribo inspirado en el conmovedor video de un abuelo italiano que caminando por la calle grita provocando a sus vecinos: ¡La libertad!/ ¡La libertad, vale más que la muerte!/ La libertad no tiene precio!/ ¡La libertad!/ ¿cuántas personas hemos matado contra los alemanes?/ Gennaro Capuozzo de 11 años medalla de oro/ ¿Qué hacen encerrados como ovejas?/ ¡Mejor un día como león, que cien como ovejas!/ ¡La libertad!
El autor es representante del Instituto Libertad, Capitalismo y Empresa (ILCE)
Columnas de LUIS CHRISTIAN RIVAS SALAZAR