Arce/Evo o Mes, o Evo otra vez

El próximo domingo, exactamente en una semana, serán las elecciones más importantes de Bolivia en su breve, aunque ya muy duramente recorrida historia democrática. Y, también, en su camino al despeñadero.

A estas alturas, inútil reconvenir a Camacho, la peor piedra en el zapato con que se topó el (posible pese a todo) retorno a la institucionalidad. En fin. No hay inteligencia que pueda alumbrar las oscuridades de lo opuesto a ella. Hace rato lo hemos venido sabiendo. Que no otra cosa, a su vez, fue el MAS: el apogeo absoluto de la estupidez. La peor estupidez: la que tiene micrófonos.

Normalmente, en cualquier país normal (y este dista de ser uno), las elecciones tienen algo casi festivo, con su aire de nueva oportunidad. Algo de lo que, mal que mal, tuvieron las del año pasado hasta el instante en que cortaron el TREP y todos supimos, inmediatamente y sin necesidad de más pruebas, que se estaba cometiendo un fraude.

Pero de tal naturaleza surreal y podrida son las cosas en el país que nos dejó la cleptocracia masista, que los mismos que acababan de ser pescados haciendo fraude, ahora vuelven a presentarse. Con las mismas e incluso peores pretensiones. Y con su enorme contingente de votantes: sectores enteros en quienes nunca cesó su servil condición ni nunca se ejerció el entendimiento. Y con sus amenazas de emprenderla con una guerra civil. Asegurando no dejar nada en paz, ni ahorrarse ninguna cochinada –al contrario– hasta que vuelva el Fraudulento. Hasta que el manejo de las arcas del Banco Central vuelva a sus manos ávidas. Pues ahora se sabe muy bien, y está demostrado hasta el hartazgo, que el principal proyecto y sueño del “socialismo del siglo XXI” es, simplemente, el robo a gran escala.

Al candidato del MAS que puso Evo, a este Luis Arce, con su cara de ratoncito sorprendido, la Procuraduría del Estado acaba de encontrarle un sistema de robo y extorsión a sus subalternos. Se han mostrado las fotocopias, se han enseñado los montos permanentemente robados por este candidato trucho y que, según otro masista, “no eran desproporcionales”. Es decir, no eran unos robos demasiado escandalosos. Eran poca cosa, y no como los que le permiten, a Evo el Fraudulento, gastar más de 10.000 dólares al mes sin trabajar. Y sin ocultarlo.

Pero en fin; pero nada. Ninguna palabra dicha en esta columna, o cualquier otra, incitará al entendimiento o la razón de quienes carecen de ella, sean evistas o camachistas.

Y tratándose de Camacho, lean ustedes estos párrafos que hace un par de días salieron en Facebook:

“¿Cuál es la campaña más inteligente, y efectiva? Obviamente, y de nuevo, la del MAS. Están haciendo muy bien lo que tienen que hacer: propiciar que la votación a Camacho suba. Cuanto más sube la votación a Camacho, tanto más cerca están ellos de ganar en primera vuelta, o por lo menos de volver a tener mayoría de diputados, senadores, etc.

Camacho les vino, realmente, como un anillo al dedo.

El mismo Evo acaba de decirlo, explícitamente: “Camacho nos conviene”. Evo dijo de puro bruto lo que debía haberse reservado y Camacho se lo toma como puro bruto que es: sin renunciar. Antes, que se arruine todo un país. Antes eso a tener el valor y la valentía de decir a sus seguidores –a los agroindustriales, a los ganaderos, a los soyeros, a su gran papá– que abandona la carrera, ya que esa es la única forma segura de cortarle el paso a Evo. Para eso se necesita un coraje que él no tiene. Una cosa es jugar al héroe a la distancia y otra, por ejemplo, renunciar ante todos los tontos que ya se repartían puestos. Lo primero necesita sobre todo aplausos, lo segundo valentía de verdad. No crea que la conozca.

Y el MAS no tiene, por lo visto, el monopolio de los tontos en Bolivia y entonces ahí está otra gran parte de ellos: en Creemos (¡qué nombre para un partidito político! Señor, a estos no los perdones por eso de que no saben lo que hacen).

Gran campaña del MAS, entonces: gracias a Camacho.

Otra cosa, finalmente, que no se ha cuestionado lo suficiente de esta descabellada candidatura, sin ton ni son: el abierto proyecto de corrupción de Pumari, esa especie de candidato formal a vicepresidente. Después de hacerse pescar pidiendo que se le entreguen las aduanas, Pumari tendría que haber dado inmediatamente una conferencia de prensa, diciendo, por ejemplo, que su idea era una gran reforma a las aduanas, etc. Pero no, bien calladito quedó. Tampoco le escuché nunca hablar de los problemas reales de Potosí, desde los cooperativistas hasta el Cerro Rico que se está cayendo. No. En lo único que sueña, por lo visto, es en la gran riqueza que generan las aduanas, si tratadas con lo debida corrupción. Y ahí sigue en carrera, por fantasmáticas razones práctico-formales. Y ahí siguen unos cuantos fans, inmediatamente cómplices, activos o pasivos, de la corrupción acariciada en sueños.

Las elecciones son el próximo domingo. No creo que ni de ellas ni de ninguna parte salga nada bueno para Bolivia los próximos años.

Y vuelvo a repetirme la deslumbrante frase de Robert Musil:

"El camino de la historia no es el que recorre una bola de billar dando carambolas con una dirección única; se asemeja más bien al rumbo de las nubes, a la trayectoria descrita por un vagabundo en las calles de la ciudad, rechazado aquí por una sombra, allá por un grupo de hombres, más adelante por una esquina extraña, y que llega siempre a un lugar desconocido y nunca deseado".

Ahí nos vemos.

El autor es escritor