Jalándose las mechas
Hasta la fecha, ese choque de opiniones que representan los debates, no han ocurrido en la forma que quisiéramos todos. Nos hemos tragado muchos sapos aguantando a candidatos que cantan alabanzas religiosas y a otras que recitan discursos grandilocuentes, pero eso es lo de menos. Así es la democracia. Admitir que están en su derecho, así acudan a Dios como compañero de fórmula. Ya lo dijo Pelotumedes, filósofo griego “non mandarun a la mierdorun, solo tripas de corazone hacerum”.
Creo que tenía la razón. La tolerancia es importante, para ser menos salvajes y más humanos.
Lo que pasa, es que hay una pequeña confusión, hoy en día, en eso de ejercer la democracia. No sé de dónde han sacado algunas personas eso de que para hacer prevalecer sus derechos hay que sacar la mugre al contrincante. Así, en estos días –por pocos que hacen mucho daño– el territorio nacional es un cuadrilátero donde los adversarios políticos han decidido jalarse las mechas, porque piensan que esa es la forma más efectiva de hacer campañas electorales.
Es triste ver y vivir en un país saturado de violencia –de palabra y obra– por culpa de la política tan polarizado. Se vienen unos días muy difíciles. Días que podrán ser tormentosos y en los que necesitaremos agarrarnos, dientes y todo, “los unos contra los otros para resistir esos huracanes silenciosos que traen consigo el hambre, el desempleo y otros vientos”, según frase afortunada de mi querida suegra.
—¿Qué le diría usted a los violentos que perturban la contienda electoral? —le pregunté.
—¡Que si los veo en la calle, les voy a sacar la contumelia!
—No suegra querida, esas cosas no se dicen ni se hacen.
—¡Usted no se meta en mis asuntos, porque de una patada en la garganta le voy a volar los huevos! —reaccionó, mostrando la espuma que salía de su lata de cerveza.
Luego, me quitó el susto, indicando que estaba jugando. Que solamente demostraba cómo “una mujer bella y serena se volvía intolerable y antipática”, cuando mostraba los dientes, aunque estos sean postizos.
Mi suegra, con enorme tristeza y dulzura a la vez, cree que Bolivia es un “jarrón de porcelana que se ha caído al suelo, al piso de cemento reforzado y se ha hecho mie...”.
No le deje terminar la frase, porque de lo que se trata es de mandar un mensaje cívico de paz, de comprensión de tolerancia entre partes y sería bien, moderar el lenguaje.
Me quedé con la frase de Boludelius, primo del anterior mencionado, que en el prólogo de su Bestianarim decía (traducido del griego que hablaban los romanos en Constantinopla) “La democracia no es de quienes más cabezas rompen, es de los que, con cabezas, piensan y construyen puentes”. Mieee…
El autor es humorista
Columnas de ADOLFO MIER RIVAS