¿Mi voto es objetivo o emocional?
Richard Thaler ganó el Premio Nobel de economía, el año 2017, por determinar que los consumidores no somos seres racionales y, en consecuencia, su obra terminó desplazando algunas creencias derivadas de la economía tradicional. A partir de la tesis central de Thaler y apelando a algunos elementos de la neuropolítica (somos irracionales): ¿será posible extrapolar principalmente el razonamiento del Nobel en economía al campo de análisis ligado a la interpretación del comportamiento electoral individual? Pues este artículo intentará describir elementos subjetivos propios de las campañas electorales que tienen como fin alimentar y/o reforzar la fidelidad hacia un candidato y organización política.
Este 18 de octubre de 2020, los bolivianos acudiremos a las urnas para decidir quién será nuestro nuevo presidente, y nuestros representantes en la Asamblea. En esta última recta electoral, es posible que una buena parte del electorado haya sido expuesta a un intenso bombardeo mediático de “propuestas”, apelativos emocionales por parte de los candidatos o candidata o simplemente escuchado un cruce de acusaciones de uno y otro bando. Estos tres ejes descritos (propuestas, emotividad y acusaciones), inherentes a la comunicación política y que además son subjetivos, posiblemente terminarán influenciando la decisión final del elector.
Desde el ámbito formal institucional partidario (spots publicitarios), es interesante notar cómo las propagandas de las tres principales fuerzas políticas apuntan claramente a segmentos poblacionales muy marcados y delineados. Por ejemplo: en las redes sociales –y no estoy seguro si también por televisión– circuló un spot (que personalmente me llamó la atención) del Movimiento al Socialismo (MAS) que muestra grandes concentraciones de personas donde resaltan la figura de obreros, campesinos, estudiantes, etc.; bajo el slogan “vamos a volver”, con música de fondo muy compatible a una arenga futbolística argentina. El recado implícito de este spot parece recordar al consumidor de estas imágenes que el MAS representa la unidad de grandes multitudes y la unidad de distintos sectores sociales.
En contraste, en la campaña electoral que sí salió en espacios solicitados en televisión, se ve a Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana (CC), postrado delante de una pila de libros afirmando que “Bolivia sufre hoy tres crisis: salud, desempleo y corrupción” (le apuesto, estimado lector, que usted leyó la última frase con voz de Carlos Mesa). El mensaje que intenta instalar CC es que ellos tienen un plan para salvar varios elementos urgentes que aquejan al sistema público y político. En síntesis, parece ser un recado comunicacional destinado a varios segmentos poblacionales, pero sin énfasis directo en estratos que se autodefinen como indígenas, obreros y otros; la estrategia de comunicación de Mesa parece estar destinada a una parte amorfa de la sociedad (me cuesta mucho decir relajadamente “clase media”).
Por último, también se puede apreciar, en cápsulas televisivas, a Luis Fernando Camacho, líder de la agrupación Creemos, declarando que es parte de una generación de Santa Cruz que “creció y maduró viendo triunfar el modelo económico cruceño”. Concretamente el mensaje de Camacho está muy bien dirigido a productores, empresarios de la agroindustria y, posiblemente, también está destinado a pequeños emprendedores.
Ahora bien, retomando la tesis central del Nobel en economía 2017 respecto a la irracionalidad de nuestras conductas, describir el comportamiento electoral individual del ciudadano es un ejercicio complejo, bajo aspectos de lógica formal combinados con variables multifactoriales. Es natural pensar que, desde la “óptica de la racionalidad”, las propuestas se constituyan en el factor principal para motivar a que los electores favorezcan a una u otra fuerza política.
Empero, si confrontan entre sí propuestas de las distintas organizaciones políticas, existe la posibilidad de que una tenga “más valor” frente a otra y en consecuencia nos deslicemos al campo de la subjetividad (posiblemente irracional): lo que es políticamente bueno para mí puede ser políticamente malo para otro. Mientras que para otros electores las actitudes, creencias o personalidad del o la candidata tienen mayor relevancia a la hora de ejercer su voto.
Zygmunt Bauman decía que las “sociedades son liquidas”, entendiendo que los imaginarios sociales mutan constantemente en cuanto a su valores, creencias y mitos (subjetividades cambiantes). Sin embargo, en estas elecciones generales me da la impresión de que el voto del boliviano tal vez sea un acto de expresión que reafirma su pertenencia de clase y/o identitaria. Eso, debido al espíritu y estrategias narrativas empleadas con mucha fuerza en las últimas campañas publicitarias de las organizaciones MAS, CC y Creemos; y también, posiblemente, por el contexto complejo por el que atravesamos.
En ese marco, entonces, considerando que la identidad política y social puede ser cambiante y dinámica bajo la consideración de ausencia de reglas rígidas sobre lo que promueve (movilidad social) o fija una identidad individual de clase, cultural u otras, nos encontramos nuevamente bajo componentes emocionales y subjetivos.
Por lo tanto, es viable afirmar que las decisiones electorales que vayamos a tomar este 18 de octubre tengan un sustento fuertemente emocional (este domingo será una catarsis para la psiquis social nacional), aseveración que, entonces, es coincidente con la noción de Richard Thaler (el Nobel de economía), quien afirma que al final solo somos seres irracionales.
El autor es politólogo
Columnas de MARIO ANDRÉS ANTEZANA PÉREZ