Dispersión electoral, la historia de nuestra democracia
La dispersión de las opciones electorales parece ser una constante en la historia de nuestra democracia contemporánea. Un vistazo de lo que ocurrió hace 40 años nos hace pensar que esta tendencia de la política nacional es parte de la esencia democrática boliviana.
A finales de la década de los años 70, al término del largo periodo en el que el gobierno no resultaba de elecciones, sino era tomado por la fuerza, mediante cuartelazos, y con prescindencia total de la Constitución, la lógica electoral era dictadura versus oposición.
Y la dictadura militar duró mucho. Comenzó en 1971, con el golpe de Banzer, y se prolongó hasta 1982. Aunque hubo algunas interrupciones, estas fueron tan breves que, a la hora de la interpretación historiográfica, se habla de 11 años de regímenes de fuerza.
¿Cómo fue que los militares duraron tanto? Desde luego, la respuesta no es su habilidad para gobernar –pues los hechos demuestran lo contrario–, ni siquiera la estabilidad económica de la que se gozó en el periodo banzerista gracias a los buenos precios de las materias primas. La dictadura se prolongó porque la oposición fue incapaz de articularse o de conformar un frente común para derrotar a los militares en las urnas.
Claro que hay razones que justifican la desarticulación. Para evitarse problemas, los militares suspendían la Constitución y, al hacerlo, declaraban en suspenso los derechos civiles. Los líderes sindicales o políticos eran enviados al exilio –cuando no desaparecidos– así que, en ese panorama, con estados de sitio incluidos, era muy difícil reunirse.
Pero el puño se aflojó y los militares llamaron a elecciones. Hubo, incluso, una amnistía conseguida por una memorable huelga nacional de hambre iniciada por cuatro mujeres mineras. Tras la larga noche de las dictaduras, se creyó que la oposición se uniría, pero los hechos demostraron lo contrario.
En las elecciones de 1980, hubo un partido del oficialismo, Acción Democrática Nacionalista, cuyo candidato era Banzer, deseoso de seguir gobernando, pero, en lugar de que al frente salga un solo partido de la oposición, o por lo menos dos con fortaleza suficiente para intentar construir una opción que ofrezca al elector alguna certidumbre de representatividad y cierta esperanza de que su voto ayudaría a conformar una sólida oposición, aparecieron 12. Una docena de siglas, candidatos presidenciales y listas de postulantes al Parlamento.
Entre tantos partidos de oposición se dispersó el voto y, aun así, la UDP ganó las elecciones con el 38,74%, un golpe militar desconoció el resultado. Pero dos años después en 1982, se reconocía esos resultados y se instalaba la democracia vigente hasta nuestros días.