Arce Catacora, impunidades y pugnas de poder
¡El jefazo fue devorado, en primera vuelta, por su propio delfín!
El poder que ostentaba Evo no solo radicaba en su condición de caudillo y capataz que, por 14 años, hizo lo que su voluntad se lo mandaba, sino también, en su trayectoria caótica y bloqueadora que, a fuerza de imposiciones y acciones de facto, logró labrar un camino de ambición y de obsesión por el poder hacia una figura mesiánica e insustituible, sino también, en ese 53.72% con el que, en 2005, en primera vuelta, se posesionó como el primer Presidente ‘indígena’ de Bolivia. Ese hecho histórico, marcaba su condición de imprescindible, de invencible, de dueño y señor de una Bolivia que apenas levantaba cabeza luego de una etapa llena conflictos sociales, políticos, económicos y culturales irresueltos.
Arce Catacora, sin todo el recorrido nefasto de Evo, sin autonombrarse la reencarnación del Pachacuti, sin el uso y el abuso de una identidad cultural doblegada hacia su capricho, ganó con el 55%, en primera vuelta. Ese es, cuando menos, un antecedente para pensar que el jefazo ha perdido cierta legitimidad en tanto que mandamás absoluto al interior del masismo. Evo sospecha muy bien de las consecuencias de esa ecuación y por eso no escatima esfuerzos por seguir ordenando, sugiriendo y amenazando desde su residencia en Argentina y así advertir que, pese a todo el carnaval de acusaciones y fechorías en su contra, aún sigue vigente, vivillo y coleando.
Su afán para ejecutar su “retorno triunfal” al país también está sujeto al sismo del 55% de intensidad en la escala de Arce Catacora que podría afectar su perfil megalómano y obsesionado por el poder absoluto.
Presagio la administración de Arce como esa constante pugna de poderes y contrapoderes. Esencialmente, el MAS, es un movimiento social que siempre se ha manejado en ese contexto. Catacora, tendría que ser un parteaguas que dirima entre la ecuanimidad, la renovación de un discurso y acción democráticos y plurales, abierto hacia una reivindicación político-social y la continuidad de un evismo corrupto, desastroso, divisionista y dictatorial.
En ese presupuesto, Arce Catacora tendría que poner a buen recaudo su legitimidad como presidente electo con el 55% y, desde esa posición, gobernar con total autonomía, para todos los bolivianos y sin el riesgo de contaminarse con la línea dura y nefasta del evismo, incluyendo al fugado, se entiende.
De sesgo, Arce, no tendría que tener pendientes con el huido, si bien fue una hechura del evismo, su victoria está más bien ligada a una coyuntura transitoria plagada de desaciertos y más corrupción, como una extensión incontrolable de los 14 años más uno. Pero también, desde luego, a una época crítica y oscura que tiene que ver con seis o siete meses largos de encierro, temores y de una militancia masista de asintomáticos que añoraban los tiempos de fiesta, farra, despilfarro, pan y circo gratuitos.
Eso es lo más preocupante de toda esta travesía que se asemeja a un espejismo. El haber corroborado una vez más que gran parte de los bolivianos carece de una convicción colectiva, democrática y transparente. Todavía ven al Gobierno como un ogro filantrópico que está obligado a dar y fomentar a un universo de habitantes pedigüeños. El Estado sigue siendo el peor criminal de los siglos XX y XXI que se apodera de las conciencias y de las identidades para que solo subsistan sus necesidades que deben ser atendidas por bonos y subsidios.
La victoria de Arce Catacora es el efecto pandemia. Fue la tormenta perfecta para estimular los sueños delirantes de sus leales con antiguas vacas gordas de hace tres o cuatro años. La pandemia angustió a los que se hicieron ricos de la noche a la mañana. Angustió a los que se sintieron huérfanos del padre que tuvo que huir precipitadamente hacia malos y buenos aires. Angustió a los descamisados, al mejor estilo burdo del peronismo, que habían logrado construir sus infiernos de corrupción y zapateaban sus fiestas sin pudores ni límites gracias a un personaje endiosado.
El terror a perderlo todo o, cuando menos, a no lograr nunca más lo que obtuvieron en 14 años, fue una catapulta para regresar, de nueva cuenta, a las manos de sus captores.
Esa es la Bolivia social irresuelta. La que difícilmente se librará de la figura del caudillo, del caudillismo, de un feudalismo que se traduce en esa relación de amo y esclavo, capataz y pongo. Los que se enamoran de sus victimarios. Síndrome de Estocolmo a la boliviana, donde se rinde pleitesía a ese dicho: me castiga porque me quiere. La política impuesta por Evo Morales: la del mazo y zanahoria. Te doy, pero cuando me dé la gana te quito.
Aquí, como dice Octavio Paz, en el El laberinto de la soledad, conviven no sólo distintas razas y lenguas, sino varios niveles históricos. “Hay quienes viven antes de la historia; otros, como los otomíes, desplazados por sucesivas invasiones, al margen de ella. Y sin acudir a estos extremos, varias épocas se enfrentan, se ignoran o se entredevoran sobre una misma tierra o separadas apenas por unos kilómetros. Bajo un mismo cielo, con héroes, costumbres, calendarios y nociones morales diferentes, viven ‘católicos de Pedro el Ermitaño y jacobinos de la Era Terciaria’. Las épocas viejas nunca desaparecen completamente y todas las heridas, aun las más antiguas, manan sangre todavía. A veces, como las pirámides precortesianas que ocultan casi siempre otras, en una sola ciudad o en una sola alma se mezclan y superponen nociones y sensibilidades enemigas o distantes”.
Ese, también, es el similar laberinto de la soledad en Bolivia.
¡Volverán las oscuras golondrinas de la injusticia y la impunidad! Aquí es donde se me hiela la sangre. Convertir la justicia en un instrumento de poder a gusto del cliente. Evo y sus elites lo hicieron con todo éxito. El gobierno de Arce Catacora, no estará exento de esa acción.
Como un déjà vu, vislumbro el retorno al punto exacto en el que se inició toda esta penuria social y política. El huido anuncia su retorno a Bolivia para el 9 de noviembre, la Asamblea anula los dos tercios para algunas decisiones. La canciller Karen Longaric informa que Evo Morales será invitado a la posesión de Luis Arce Catacora y así, todo se va acomodando nuevamente para que la rueda de Sísifo vuelva a rodar sobre las espaldas sangrantes y vilipendiadas de los que aún creemos en la libertad y en el derecho a vivir en un país justo y democrático.
¿Cambiar todo para que nada cambie?
¿Aún habrá algo más trágico y endiablado que este 2020 de mierda que ya se va apagando?
El autor es comunicador social
Columnas de RUDDY ORELLANA V.